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Mi admiración hacía Robert Graves (tras haber leído recientemente su ejemplar Héroes y dioses de la antigua Grecia) no hace sino acrecentarse con los días. He encontrado entre sus palabras la inspiración que mis piedras esperaban. Y he aquí un nombre célebre que he adaptado a mi particular Olimpo. Con todo, no pretendo que sean sesudas reflexiones sobre el ser y demás complejidades, ni que sean rebuscados personajes de insípidas vidas, tan sólo dar a entender y recordar cuan rica y profusa es la mitología griega. Os doy unas pinceladas que el reverendo Graves traza de aquel héroe griego y de la trama que le rodea:
"...Euristeo, el gran rey de Grecia, quería desterrar a Anfitrión, rey de Tebas y, ahora, padrastro de Heracles. Pero éste, noblemente, se ofreció a Euristeo para ser su esclavo durante noventa y nueve meses, si permitía que Anfitrión se quedase y conservara el trono. Hera advirtió a Euristeo:
-Acepta, pero encarga a Heracles los diez trabajos más peligrosos que puedas elegir, y que los cumpla todos dentro de los noventa y nueve meses. Lo quiero muerto."
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Del héroe al superhéroe sólo van dos milenios. Y el olvido de la cultura clásica. Y la renovación del superhombre, y la ensoñación del cómic como producto fantástico de una cultura histérica de poder. Y de comercio. Y de banalización. Pregunto, ¿a quién te encomendarías: a los dioses del Olimpo, o a Rita la Cantaora? En eso estamos y no estamos, pues a decir verdad, me quedaría con Catwoman.
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Luego, mucho después, surgieron los antihéroes, la especie a la que pertenezco. Sin duda alguna, el hombre ha tomado conciencia de quién es y quién le ampara.
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CMR, marzo 2010
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