Abril 2014
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La piedra en mi mente busca las palabras,
y esa misma piedra es ya corazón.
Palabra petrificada, tierra verbalizada.
No hay palabras alli donde sólo hay fuego y hielo.
La canción de siempre en otros labios;
la tierra de todos en todas las manos.
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A veces pienso que todo lo que cuento es para justificar mi locura, mi apuesta sin tino ni destino.
Consecutivamente, pienso en la locura como un mal que a todos nos afecta,
y que si bien canalizamos hasta puede convertirse en virtud.
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Sé que aquí, en formato fotográfico, las piezas pierden gran parte de su atractivo,
de su poder y razón de ser, pero es el modo más rápido que tengo de enseñar mis trabajos.
También sé que me repito en exceso, y muy a mi pesar -y muy a propósito. Una atracción desmesurada
debe ser coherente con lo excesivo y ser tan pasional que haga desaparecer todo a su alrededor.
Sólo así se podrá contemplar plenamente estas obras en piedra, y llegar a sentir su enigmática expresión.
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Con este tipo de afirmaciones y creencias me dicen que estoy perdiendo el tiempo por aquí,
y que más me valdría escribir a Cuarto Milenio. Con unas pieles encima y algo más de parafernaria
de fijo que doy el pego y me hago pasar por el antepasado prehistórico de Salvador Dalí.
