Tuesday, 22 July 2014

DORMIR AL RASO (con palabras de Roger Caillois)

***
Noches en que William Sorayan
te salva la vida desvelándote
la belleza poliforma
de un guijarro.
(...)

Roger Wolfe, Todas las noches del mundo.
Ed. Renacimiento, 1996.

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Conocí a Roger Caillois a través de un breve ensayo de Marguerite Yourcenar titulado El hombre que amaba las piedras. El título ya me tocaba lo más hondo, y al leerlo -quitando alguna página- experimenté lo que la hoja en el huracán.  En el mismo ensayo Marguerite me tendió la mano de David de Dinant, a quien tampoco conocía, además de citar a Rimbaud, al maestro Eckhart, a Piranesi, a Goethe, entre otros. De esto ya hace meses. Todo lo reposo al máximo, en asuntos tan poco urgentes es fácil experimentar que uno cuenta con todo el tiempo del mundo.

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Hablo de piedras que siempre se han acostado al raso o que han dormido en su yacimiento y en la noche de las vetas. No interesan a la arqueología, ni al artista, ni al diamantista. Nadie hizo con ellas palacios, estatuas, joyas; ni siquiera diques, fortificaciones o tumbas. No son útiles ni famosas.

Sus facetas no brillan en ninguna sortija, en ninguna diadema. No promulgan, grabadas en caracteres indelebles, las listas de victorias, las leyes del imperio. Ni hitos, ni estelas. Expuestas a la intemperie, aunque sin honores ni reverencias, sólo dan testimonio de sí mismas. 

(...)

Roger Caillois
Piedras, 1966


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