Enero 2014
(Garciaz, Cáceres)
***
Comparto con Yann Leto la opinión de que para llevar a cabo una labor artística hace falta grandes dosis de rudeza. Inicié mi compromiso con las piedras cuando pasé a identificarme con ellas. En un momento de perplejidad existencial las piedras me brindaron una clarividencia que me atravesó por completo. Desde entonces ha pasado más de una década de andadura y no he conseguido desprenderme de ni una, salvo las que he regalado y otra que he vendido pero que aún no han recogido.
Quiero hacer balance de mi trayectoria, o al menos hacer un pequeño informe que me arroje información y me diga cuánto de lucidez, de compromiso y de demencia encierra mi vinculación con el material pétreo. Numerosas mudanzas puedo enumerar, y así lo haré a modo de recuento, sin contar las exposiciones y muestras.
2002-2006: Empiezo en Garciaz. Hallazgo de La piedra dada. Primera serie de treinta piezas pegadas, más otras en proyecto. Extiendo mi actividad a Leganés, donde empiezo a almacenar y a investigar posibilidades. Utilizo piedras de una vía ferroviaria cercana al cementerio y tablas que recojo de la madrileña calle Madera.
Empiezo a llevar material a un piso que mi hermana Marta tiene en propiedad en el barrio de Legazpi. El piso de Voluntarios Macabebes se convierte en mi taller laboratorio durante largo tiempo. Trabajo allí de forma intermitente. Todos en mi familia son conscientes de que sufro una extraña demencia, que a duras penas consienten por mi enorme insistencia y abnegación.
2007-2008: Trabajo una temporada como vendedor en una tienda de reformas que el amigo Agustín Bello monta en Zarzaquemada. Le pido permiso para trabajar con piedras en la trastienda en horario fuera de trabajo. Dispongo de llaves y pronto almaceno una gran cantidad de material, piedras de diferentes tipos y lugares, soportes, tablas, metales, cementos, tintes, útiles, cuadernos, cartones, etc.
Saco todo el material de Legazpi y lo llevo a la Carni (llamada así el local de Agustín porque antes era una carnicería de caballo).
Raúl Velasco realiza allí la primera (y única hasta la fecha) sesión fotográfica de La piedra dada.
2009-2013: Agustín vende el local y me veo en la situación de dividir el material en su traslado, a fin de acoplarlo donde pueda. Encuentro dos sitios gracias al favor (infinito) de dos grandes amigos. Por un lado, el Cebu, el jardinero del barrio, sólo me puede ofrecer un rincón en una de las casetas que tiene para su material. Suficiente. Dos arcones y cajas siguen allí, a buen seguro.
Por otro lado, el Richar, tabernero durante tiempo del mejor garito que Leganés ha tenido en los últimos treinta años, me cede otro rincón en su bar, El Luarna.
Mientras sigo trabajando en Garciaz intermitentemente y siempre que voy.
2014: Cae un mito: El Luarna cierra sus puertas. No hay otra alternativa que sacar el material y a falta de un lugar a cubierto, decido devolverlo a la naturaleza, asunto que ya había llevado a cabo en Garciaz con parte del material. El lugar elegido es una explanada solitaria a las afueras de Leganés, donde llevaba tiempo trabajando al modo land art desde finales del 2009. Esto marca un punto de inflexión y una mejoría en mi estado mental. La lectura es obvia: hay que desprenderse de todo lo material, y más si pesa tanto y es tan estéril.
Otra parte del material, la llevo al piso de la calle de Madrid de Leganés, piso propiedad de Agustín Bello que me cede en usufructo hasta su venta. Allí vuelvo -sin quererlo- a almacenar gran cantidad de material, no sólo pétreo. Como hacía Picasso, que compraba casas para llenarlas de cuadros.
2015: Año nuevo, vida...Agustín vende el piso de la calle Madrid, saco todo el material que queda y lo acoplo en el pequeño piso familiar de la calle Monegros y en un rincón debajo de la escalera.
***
Y hasta aquí puedo contar. Qué fatiga, cargar siempre con una obra tan ingente y megalítica en tiempos de literatura portátil y terabites. Hasta los lumbares claman ya de obstinación y ruegan que entre en razón, que perseverar es triunfar, dice la ignorancia. Esa ignorancia a la que debo mi vocación, que no entiende de éxitos ni de fracasos, sino de las cosas que debo hacer por mi inclinación a la libertad absoluta.
Pero como ya os he dicho, escasos y estimados amigos, voy por el buen camino, el del desprendimiento, el de devolver sus frutos a la madre Gea, que tanta piedra del hombre no es propia ni provechosa, que la muerte pesa y yo ya creo que he cumplido mi misión titánica: la de querer vincular todas las culturas de las que el ser humano ha sido protagonista y encontrar en ello mi camino, mi canal de expresión extratemporal.
Llegó la hora de ser realista, de dar la razón a Einstein y de empezar a pensar en una sola cosa: encontrar un trabajo asalariado que me permita pagarme un alquiler o una letra, que con tanto trasiego las piedras se me pueden despertar.