2011
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Quema la tinta de la memoria, porque ya no es tinta ni memoria acaso. El viento propaga el polen de abril como neuronas en racimos incandescentes, mientras la tierra se desplaza y se desploma en Katmandú. Tintas musculares cruzan fantasmales la acrópolis del Himalaya. Parecen que arrasan todo a su paso, como un ciclón nuclear, que nos pela los huesos y pulveriza los dientes. Ya lo vió Kurosawa en sus Sueños, aunque en realidad no se puede saber ni afirmar. La realidad siempre es una sospecha. Y pasar a ver lo contrario y pensar que las tintas - que ya no son tintas- están fecundando el aire, como el aliento de un dios terrible que se estrella en tus párpados y te hace ver lo que contiene su mirada: otra ceguera.
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