2014
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No eran más que apuntes, punzadas en el vacío para convertirlo en habitable. Apuntes, punzadas, esbozos de la figura humana superestilizada. De dos trazos. Tan mecánico y biológico como cualquier tipo de reproducción.
Hombres-aguja, que bien dice Lamarque. Hombres que pinchan con suavidad la superficie de lo intangible. Hombres que dialogan con aquellos otros hombres de las cuevas levantinas, de los frisos clásicos, de las cerámicas negras. Pero también con los hombres contemporáneos de Matisse (oh danzantes!) de Miró (oh estrellas!) de Dalí (oh elefantes!) y descaradamente hermanados a los hombres de Giacometti (oh caminantes!), en versión limpia. Y al fin y al cabo, estos hombres aquí traídos, musitan contigo.
Yo les había había imaginado gigantes, colosos de alambres que cortan el aire, inmensas espigas tejedoras de luces y sombras, de siglos y horas. Línea pura y dura, con la pulsión de lo frágil y la pose del gesto, casi feliz.
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