Thursday, 9 March 2017

HEIZIANA (normas de convivencia)





                                                                                                                                                                                                Marzo 2017


I
La cercanía de la primavera es más que un presentimiento en días como los de ayer. No necesita constatación científica, salta a la vista. Los claveles chinos hace semanas que florecieron en el solar que hay frente a la casa del paseo Colón. Las fuerzas de la primavera eclosionan  en todo organismo vivo, y hasta la Missouri clama por desentumecer mis piernas.

Salgo al campo donde anclé el sello de mi tribu: la espiral. Cerca de allí hay otro filón de materiales, de residuos que llevo observando meses. La cercanía de la primavera me recuerda que yo, joven aprendiz de la naturaleza, debo ayudar a los vertederos a esparcir sus semillas. En este caso el trabajo me obliga a esparcir  ventanales-puertas por la llanura, como si se abriera una flor industrial, como si el residuo se convertiera en moviliario natural y tomara una dimensión artística.

II

Un eco de Michael Heizer resuena en mi sesera y en el paisaje creado, con la persistencia de una melodía pegajosa. Sus huecos rectangulares, tan precisos y pulcros (veáse Dissipate 8) guardan un extraño paralelismo con estas piezas. Se habla de la belleza de lo ausente en las obras de Heizer, de que sus excavaciones y transformaciones en el paisaje son tallas para crear obras carentes de materialidad.

Por buscar otro paralelismo al estrictamente visual, pienso que en el caso de las ventanales-puertas se hace patente otra ausencia que potencia la singularidad del lugar. Me refiero a la ausencia de la casa, de la estructura que sujetaba los elementos protagonistas. De esta manera el campo abierto se convierte en casa, en hogar. Una vez que hemos llegado hasta aquí, es fácil hacerse la idea de cómo sería una casa excavada (al modo de las iglesias de Lalibela) y tener de claraboyas estos rectángulos. Tómese esta idea como un boceto de arquitectura futura.

III

Dejo ventanales-puertas en perspectiva mirando el suelo, como bastidores que esperan la mano de la luz . Sus cristales rotos representan nuestro mundo resquebrajado que miran a la tierra - e interrogan al cielo- haciéndola partícipe de su imagen. Mirar estos cuadros supone enfrentarse a un reflejo roto y al lugar mismo.

La tierra y la hierba parecen ajenas a todo, pero en todo intervienen. Son el hermoso caos de la vida que no encuentra oposición, pese a todos los desmanes del género humano. La obra es un diálogo entre naturaleza y la humanidad -tan deshumanizada, entre el caos natural y la razón humana -tan desrazonada. La obra es un resumen de la convivencia entre contrarios, de hecho la obra se basa en ese fuerte contraste y en la perspectiva a tomar como un nuevo cántico a la tierra. 

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