Tuesday, 13 April 2021

SPLEEN DE MADRID (paseos vespertinos por el Retiro)



1.

Dar la bienvenida a la estación del florecimiento no es un simple capricho del destino en el devenir feliz de un desocupado, es dar la bienvenida a la luz cuando has estado en las tinieblas más espesas e intuir que con ese gesto te has ganado la salvación en el falso cielo de los felices.

Dar la bienvenida al barroco -que siempre encuentra el desnudo desde lo múltiple y lo abigarrado del corazón; al estremecimiento de las esculturas -que siempre rompen el orden de la materia; al rubor y estiramiento de las aguas -que lamen e hidratan su piel única; dar esa bienvenida digo, no es capricho de un segundo. Es el aleteo primero del ave que abandona el nido y se lanza al mundo.

Cómo no dar la bienvenida al trinar incansable de los pájaros que copulan, al verdor insolente de las plantas que en tu respirar exhalan selváticas fragancias y no dejan señal alguna de amor o gracia. Cómo no traer a tus manos palabras claras y frescos ademanes transmutados en flor.


2.

Por qué no.  Hay que ser agradecidos, educados y galantes con la vida, con la gran señora Maturalesa, pues ella, y sólo ella, hace con esta tierra maltrecha paraísos por doquier.

Nosotros, vivos aún, tenemos la inmensa fortuna de habitar la Tierra, nos brinda placeres que, aunque desapercibidos, podemos degustar sencillamente y a diario. Así que yo, al menos, voy a dar la Bienvenida a la Primavera con este pequeño elogio preñado de esperanza; escrito sobre la quietud del estanque que refleja calma, descanso, reposo y  dulce eternidad tras el arduo invierno.

Qué menos. Ella, la Primavera, se lo merece todo, precisamente porque nos concede la oportunidad de renovarnos. Diría que la Primavera brinda de inmediato el don de nacer, una renovada capacidad de análisis, de interpretación constante del renacer en cada brotadura  arbórea. Es por ello que reclamo, en pos de esta tesis, mi derecho a renovarme, sin dejar de morir.


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