No
hay otro descanso como el de hacer tu tarea al margen de los demás. Aquél que cultiva su huerto como quiere y puede. Aquél que mueve una piedra en
el último páramo y se somete, como espiga al viento, a una fugitiva
plegaria de gratitud. Solo que el viento se llevó consigo la espiga y la plantó no muy lejos de dónde vives. Gratitud última y primera, ver cómo crece, sonriendo al viento.
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