Wednesday 18 November 2009

VERDI (piedra y nota de réquiem)


Agosto 2006

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Tipología sinfónica de la Piedra Dada


1. Hay pasiones tan poderosas que uno diría estar afectado por una enfermedad. Obsesiones, soles desmesurados que desprenden la luz que tu exagerado ser pide, lunas que emiten el misterio que tu espíritu anhela. En cuanto a mi respecta prefiero utilizar el término de síndrome, por delante del de enfermedad u obsesión, pues engloba y sintetiza a ambos.

2. Mi síndrome es la piedra, ninguna en particular, todas sin excepción y al mismo tiempo.
Es el símbolo que recoge la vida y la muerte, la inercia y la transformación, la riqueza y la pobreza, la divinidad y la maldición. La piedra de toque, la piedra angular, la piedra como centro, como cimiento, como templo, como altar.

La ciencia ofrece un completo listado anatómico, morfológico y atómico de las distintas clases de componentes que forman la piedra. Pero también tenemos la otra genealogía lítica cardinal: aquella que sólo es capaz de identificar y corroborar el ser humano inmerso en la naturaleza. Por esta vía emerge la subjetividad, la visión personal que permite a cada cual hallar en el material pétreo el fluir de las fuentes terrenales, plenas de sentido, de energía y magnetismo.

3. Hay piedras tan calladas que ni suspiran cuando recuerdan la lluvia, hay piedras tan gritonas que dejan todo su alrededor ensordecido. Hay piedras de extrema pobreza que nunca se quejan de nada, y hay piedras preciosas que siempre están pidiendo miradas. Hay piedras estúpidas y piedras de extremada simpatía, hay piedras gordas y piedras enjutas. Hay piedras para la acción, que piden tu mano y el brazo alzado y el martillo con el cincel en su costado. Hay piedras solemnes nacidas para la contemplación eterna y piedras impacientes surgidas de la urgencia de la vida. Hay piedras medicinales que sanan el alma con sólo rozarlas y piedras malditas que te dejan por los suelos. Hay piedras reinas que se alzan en lugares destacados, y piedras vasallas que bordean y protegen la magnitud de la soberana. Hay piedras que esconden fósiles, hay piedras que esconden oro y hay piedras que no esconden nada, y que son, precisamente, las que más me interesan. Porque me maravilla su desnudez, su forma exacta, su terminación azarosa, su aceptación para habitar el mundo.

4. El conocimiento puede residir en las piedras, pero no le pertenece. Debo diferenciar el hombre de la piedra si no quiero caer en la demencia. Sin embargo me resulta bello situarme en la Edad de Piedra. Cuando el hombre estaba en los primeros estadios de su evolución cultural. Por entonces la humanidad no estaba aquejada de los males que hoy en día nos acosan. La piedra es la puerta que me conduce a otra tierra. La piedra es la llave de una voluntaria enajenación capaz de mantenerme al margen de los pesares diarios.

5. Las piedras tienen una única patria, una sola raza y condición; aunque pertenezcan a la montaña, aunque duerman en el lecho marino, aunque las extirpen de las canteras o atraviesen los caminos. Las piedras son de la tierra, son los recortes geológicos que muestran la composición del suelo por el que caminamos. Como podemos ver, la variedad de las piedras es infinita. Sólo precisa de una sensibilidad pétrea para poder distinguir tan vasta y fina naturaleza.


CMR, 23 nov. 09
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Música de Verdi: Requiem, Dies Irae
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