by Carlos Medel Redondo Abril 2007
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Con un vulgar adhesivo transfiero a la piedra una cuestión shakespeariana. Ser o no ser. Metafísica y traición. Y también rousseauniana. La piedra dada es el hombre común, la persona sencilla que se diferencia de sus semejantes por la forma, el tamaño y la composición. Todas las piedras son iguales y diferentes. El valor de una piedra es igual al valor de otra piedra.
Ningún hombre es más que otro hombre, y no hay dos hombres iguales. Al menos, hasta ahora la genética ha mantenido sus manos al margen, aunque sabemos que ha coqueteado con ratas y ovejas.
Ninguna piedra es igual a otra piedra, claro que parece ser que aparte están los minerales, los carbones, las gemas y las llamadas piedras preciosas y semipreciosas.
Convencionalismos, escalas de valores, el poder adquisitivo, la bolsa, las empresas, mercantilismos, liberalismos. La de dios -y el demonio. Crear marca es importante, me dicen. Y vosotros, escasos y buenos amigos, ¿que os gustaría decirme? Expuesto estoy ante vosotros, ante vuestras críticas y vuestras ideas. No se me ocurre otra manera mejor de avanzar por este camino de piedras.
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