Carlos Medel Redondo Junio 2013
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Un mes después de la realización de este círculo ni hay curación ni hay poder alguno, más bien al contrario. Vacío, lo cual parece al principio malo, pero luego te obliga a empezar a construir. De cualquier modo, comparto con vosotros, queridos y escasos amigos, unas cuantas reflexiones que he tenido al respecto.
Mi círculo es sólo un acto casi ridículo de invocar el poder de la tierra y del cielo, de imitar a los chamanes, de homenajear a Richard Long, de conseguir el equilibrio en medio del caos. Y es que ya está muy manido el asunto de volver a los ancestros, y si a mi mismo me cansa y no termina de convencerme resulta evidente que el asunto no puede funcionar.
Es cierto que cuando recurrí a ello atravesaba por un momento muy delicado de mi vida, y la desesperación de un hombre solo provoca acciones demenciales que responden a la urgencia del momento, a salvarse de la quema, a superar la crisis como sea, como si curarse de un mal dependiera de la posición de cuatro piedras.
Alucinaciones, delirios, recursos de una magia denostada como rebeldía ante tanto diagnóstico médico y tanta receta de farmacia. La curación del alma tiene otros caminos: ni magia, ni rebeldía, ni medicina: conciencia.
Hoy este círculo de piedras es solo un resto arqueológico reciente en un lugar alejado de todo donde poder desconectar de todo. Eso es lo que yo quisiera, sí. Pero engañarme ha sido un ejercicio que he llevado a la sofisticación durante años de práctica. Quiero desconectar de todo, para que la mente descanse, sí. Pero a la vez quiero conectar con todo, para que me ponga a funcionar en la órbita adecuada.