2010
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Recupero de mi archivo imágenes históricas ya del todo, pues ni aquél (que yo fuí) ni la fuente existimos como tales. Encontrar esta fotografía es una labor propia de la arqueología subacuática, solo que en un plano personal e íntimo y en un yacimiento digital.
La sombra fue mía, cenizas volátiles de un tiempo que siempre regresa, cenizas satélites de un cuerpo que creí poseer, fantasmagonía de la luz aferrándose amorosamente al agua y a la piedra. Al fluir y al permanecer. Y en esta antagonía no hay lucha ni amargura alguna, sino todo lo contrario: una suerte de sufismo encontrado al azar.
La fuente, (llamada fuente de las Canalejas, Garciaz, Cáceres), es un símbolo de purificación y parece entroncar nuevamente con el sufismo. La fuente sufrió una severa restauración que no merecía, que más que restauración puede llamarse sustitución funesta. Las bellas escamas decorativas han sido totalmente eliminadas, junto al año de creación. Vamos un atropello superlativo, por no denominarlo de crimen. Al parecer no ha sido mi sensibilidad la única dañada; menos mal, ya creía yo que era un raro de la vida. Todos los vecinos y vecinas del pueblo coinciden en ello, y yo lo celebro porque representa una conciencia respetuosa con los bienes culturales y con la historia misma.
Lo que recientemente he descubierto en esta fotografía es una casualidad escalofriante. Por si fueran pocos los elementos que se incluyen, se une un zarzal. Dos brazos de la zarza parecen encajar con mi sombra, parece como si quisiera rodearme, enredarme, atraparme. Otro brazo va directamente a la piedra qué recolecté y que dejé apoyada en la fuente antes de beber. No sé muy bien qué simboliza, qué quiere decirme, qué representa. No sé muy bien si es pertinente centrar más atención en ello o dejarlo así, pasto del olvido y del misterio. A ver si tras tanto tiempo la zarza va a conseguir atraparme de nuevo con sus zarpas llenas de espinas. O si me da la clave para escapar de ella.
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