Noviembre 2016
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Tienen los hilos la magia de las líneas de Nazca, sólo que en vez de surcos los hilos imprimen otro relieve a la estampa del campo y tejen la figura de la perplejidad, como un vallado o un cable telefónico en medio de la nada.
Tienen los hilos la solvencia de las sogas vikingas y de las telas de araña. Su ritmo entre punto y punto es el de una sierpe rectilínea con cabeza metálica que perfora con su baile la superficie del mar. Desaparecer, nunca desaparece del todo.
Tienen los hilos el vicio de la geometría desatada, la guía de los mosaicos, la plantilla de los tapices, los planos de La Alhambra.
Tienen los hilos la memoria de Ganesha bordada en el firmamento, el tacto de Bernini, el buril de Piranesi, el pulso de Palazuelo.
La paciencia de Penélope acompaña a ciegas las aventuras de Odiseo, lo cual le otorga una extraña valentía. Eso quiero decirte, amor. Mientras, en el cielo, unas manos enormes amagan gestos de coupier, como ansiando acariciar tu cuello y de repartirte un póquer de ases. A estas alturas creía haber perdido la partida, o el hilo de la película.
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