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"El fantasma del único siempre vuelve."
Michel de Certeau
Teníamos en la casa del pueblo un viejo sillón de enea con amplios reposabrazos. Era tosco y negruzco. Por sus partes más repasadas se veían clarear las vetas de la madera y al sentarse en él uno sentía de repente una extraña sabiduría, un calmado poder. En casa todos le llamábamos el patriarcal y nos peleábamos por sentarnos en él. Era el sillón de mi abuelo.
El patriarcal desapareció misteriosamente en la reforma general que sufrió la casa de Garciaz a principios de los años noventa. No conocí a mi abuelo -por lo que cuentan era todo un ser mitológico- pero conocí al patriarcal y su ausencia me escoció y marcó durante años. Tal vez porque representaba al abuelo que no llegué a conocer y pertenecía intrínsecamente a la casa.
La cuestión es que lo robaron, impunemente. No sabemos quién, ni ya quiero saberlo. Prefiero fabular un rato entorno a mi abuelo que hacer pesquisas sobre asuntos tan desagradables, que puedo salirme del tema y enfurecerme. O entrar y armarla buena. La memoria histórica es algo más que rememorar las batallitas del abuelo, la memoria histórica es enmarcar esas batallitas en su contexto histórico y anteponerse a la historia misma.
La cuestión es que lo robaron, impunemente. No sabemos quién, ni ya quiero saberlo. Prefiero fabular un rato entorno a mi abuelo que hacer pesquisas sobre asuntos tan desagradables, que puedo salirme del tema y enfurecerme. O entrar y armarla buena. La memoria histórica es algo más que rememorar las batallitas del abuelo, la memoria histórica es enmarcar esas batallitas en su contexto histórico y anteponerse a la historia misma.
No he venido al mundo para resolver sus males ni para impartir justicia, sino para disfrutar sus bienes con prudencia y sin culpas; si bien es cierto que hay veces que no deberíamos dejar escapar la oportunidad para disipar la maldad, ya que equivale a aclarar las aguas en las que todos los días nos bañamos.
Así que por si acaso, cúbranse los costados, no vaya a ser que vuelen garrotazos. En cualquier caso, hoy me vuelvo a sentar en aquel viejo sillón de enea con amplios reposabrazos mientras contengo la respiración y aprieto los puños para no descargar mi ira sobre vosotros, desmemoriados nietos, aún jóvenes e insensatos.
Así que por si acaso, cúbranse los costados, no vaya a ser que vuelen garrotazos. En cualquier caso, hoy me vuelvo a sentar en aquel viejo sillón de enea con amplios reposabrazos mientras contengo la respiración y aprieto los puños para no descargar mi ira sobre vosotros, desmemoriados nietos, aún jóvenes e insensatos.
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No mentiría si dijera que el Patriarcal pertenecía en realidad a los objetos/muebles estructurales de la casa, aquellos que conforman el hogar más allá de los cimientos, las paredes, los pilares y las vigas.
El sillón era una antena que despertaba mi imaginación, y que me llamaba, como a todos, a sentarse en su regazo. El sillón vacío llenaba toda la casa. Tenía su sitio, al lado derecho de la chimenea. Aún siento como me recuelgan los pies...
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Tarea: Relacionar el Patriarcal con el patriarcado, y buscar otros objetos/muebles que recuerden a la figura de mi abuela, para hablar también del matriarcado y de las relaciones entre ambos, abuelo y abuela, y de la estructura social de aquel periodo prehistórico, tan onírico y añorado que todos tenemos en nuestra infancia.
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Respecto a la imagen dejar anotado que su aspecto fantasmal, (al que hago mención inmediata con la cita de Certeau, que por cierto, qué poco le leo!), tiene una dimensión mágica, en tanto en cuanto la tela que cubre el sillón opera como el truco, un cortinaje de la mente que llama a la memoria, que la invoca, la despierta, la moldea, la desfigura
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