Saturday 27 April 2019

RUINAS DE UN TEMPLO SIN CULTO (al dios ateo)



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Ficha Técnica

Título: "El despertar de las ruinas"
Técnica: Fotografía digital sobre papel, intervenida a mano mediante cosidos. (Hilo amarillo).
Medidas: 26,5 x 21 cm.
Año: 2019
Precio estimado: 200 €
Autor: Carlos Medel Redondo


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I.


Teníamos una casa en el condado de York hasta que...Quería dejar la historia así, inconclusa, sin píes ni cabeza. Apenas empezada ofrece un final de puntos suspensivos interrumpiendo la historia misma tan tempranamente que parece más un mcguffin que un microrrelato. Puntos suspensivos sin suspense alguno. Es lo que hallaremos todos cuando la inexorable dama nos lleve de la mano a su inexorable mundo. Apenas creemos empezar la vida y ya llevamos más de la mitad. Con las ruinas pasa lo mismo.

Sin embargo los dioses que florecieron en la Edad Media no se han marchitado aún. Arraigaron fuertemente en lugares oscuros y delirantes, allí donde las luces de la razón no llegaban a cegarles. Para ello se construyeron templos cada vez más grandilocuentes. Con el paso de los siglos pienso que quizás ya estén ciegos de tanta razón y desrazón contraída entre milagro y milagro. En cualquier caso yo no obedezco a ningún dictamen institucionalizado y a ningún libro sagrado. Aún soy lo suficientemente ignorante como para creerme feliz con pequeños hallazgos estéticos -como el presente- si se acercan a la esfera del arte. Y eso sí que es un milagro, al menos para mí. 

(En cada obra de arte opera un dios a través del artista; el esfuerzo es recompensado y una luz acude a dar un toque de gracia como la colleja que te devuelve al mundo real tras unos minutos de ensoñación).

II.

La capital del reino estaba en el punto más retirado del mundo civilizado, al lado justo de las Charcas Negras. Allí levantaron un pequeño templo que servía para rendir culto a las divinidades que el hombre había olvidando durante el gran éxodo hacia el Progreso. Aquellas pequeñas ruinas representaban a la memoria, a los orígenes, a todo aquello que el hombre olvidó en el camino empedrado. No hablaré de traición, aunque me dan ganas de hacerlo. El cristianismo puso de moda vagar por los desiertos, pero pocos han entendido aún que el desierto está en nuestras manos, llenas de arena y cicatrices sin memoria. 

III.

Ya lo dije. Las ruinas son un templo en sí mismas. La porosidad de sus piedras supuran un rancio aliento a santidad. No hace falta una cubierta, ni un altar, ni una imagen sagrada. Las ruinas son un indicio del pasado, de lo remoto, de lo olvidado. Sin embargo las ruinas son un presente aún latente, el esqueleto de un animal con el corazón enterrado. 

IV.

La fragilidad de toda construcción humana está más que demostrada con la presencia de las ruinas; ellas nos recuerdan lo finitos y frágiles que somos. Con ello en mente ayudo a la ruina mediante un sencillo entramado de hilos, que bien sirven para ver su proyección futura. Imaginería pura al servicio de la arquitectura racionalista.

V.

¿Qué oración pronunciará el creyente al presentir la pérdida de su fe? 
¿Qué silencio se abrirá en el cielo cuando los hombres hayan dejado de presentir a dios?
¿Será el mismo que prodigan las nubes?

VI. 

La oración es hoy una fórmula que los científicos extirpan a las entrañas de la tierra.

VII.

El silencio será como una lluvia de hollín sobre las fieras.

VIII.

Para qué negarlo: sólo y únicamente dios sabe lo que trabajo. Quizás sea porque él es mi oculto capataz. 





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