Mayo 2009
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Libertad, Dadá, Dadá, Dadá, el plañir de los dolores agarrotados, el entrelazado de los opuestos y las contradicciones, de lo grotesco y lo inconsecuente: la vida.
Tristán Tzara
"Lo que llamamos Dadá es un juego de locos nacido en la nada, en el que se entrecuzan todas las cuestiones primordiales..."
Hugo Ball
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I
La piedra dada también es dadá. Me ha costado reconocerlo en aras a que se entienda su significado primordial: la relación de lo humano con lo dado, con lo hallado, con lo que te entrega la naturaleza y la vida. La dicha de la aceptación. Creo que ya he dejado claro su sentido existencial, espiritual, estético y poético. Ahora, convencido de que mi modo de tratar a la piedra tiene una dimensión dadaísta, ensayo la dicha de la rebelión ante la realidad dada.
Primero, unas claves teóricas para entender el proceso de cómo se invierte y pervierte la piedra. De cómo la piedra, ajena a todo, se convierte en el proyectil que llega e interviene en todo.
La piedra es el primer balbuceo de la tierra, la expresión prístina del planeta, su condensación, su perla terráquea, su lágrima en bruto, su mano tendida presta a la caricia o al arrojamiento.
La piedra es la primera pieza ante la que se maravilla el niño y el primer elemento que sirvió a los primitivos para mejorar su vida y adornarla a la vez. El niño intuye su misterio, el primitivo lo desvela como soporte y herramienta, y el neolítico ya es capaz con ella de transformar plenamente su vida. A útiles de caza, se suman los de labranza; en los ajuares, a los collares se suman armas y cerámicas, a los poblados las primeras murallas.
La expresión dadaísta, además de ser verbo y vocablo geológico es, simbólicamente, nada; una nada que es amnesia, náusea y pedrada, como la guerra misma. La piedra debería ser aquí el símbolo supremo del minimalismo y el arma básica para la organización de happenins y performance . Así será mi arma también, mi raíz, mi foco, mi fuerza, mi lanzamiento. La manifestación política dejará paso a la artística, sus resultados no se harán esperar sin que se haya roto un sólo cristal. El despertar de las piedras se producirá bajo una visión mitológica que justifique sus acciones por medio del despertar mismo de los dioses. Estos, ofendidos de la utilización del término "arte" para expresar semejantes bajezas, guiarán a las piedras en formación para tomar las puertas dónde la injuria sea establecida.
Las reclamaciones sociales no existen, pues se reclama a la sociedad misma. Esta utopía sólo la podrán desempeñar las mentes que sientan individualmente un compromiso artístico. Pero su mensaje es el desperezamiento de la voluntad, la acción, ese término tildado de fascista para alimentar el miedo de los demócratas, esa capacidad tan desgastada y adormilada por los mass media y los supuestos avances tecnológicos que nos están alienando desde la infancia.
Según Dietmar Elder "el dadaísmo era principalmente expresión de la actitud con la que la juventud internacional reaccionó ante la insensatez política y social de la época. Éstos encauzaron su voluntad de contradicción por medio de actividades, recitados y obras plásticas anarquistas, irracionales, contradictorias y desprovistas de sentido." (pag.7) "Los dadaístas destruyeron la estructura formal de cuadros y poemas en señal de rechazo de la guerra, del poder político reinante y del sistema social de clases." (Dadaísmo, 2004, pag.11)
Así pues, mi propuesta es otra reacción ante el arte actual, una acción desesperada como respuesta a la moda artística que predomina y que vende humo y desconcierto, o sea: nada. Esa nada que atonta y atrofia sin aparente intencionalidad, sin sólidos motivos, sin argumentos de peso. A no ser que sean criptografrías o nuevas patologías del arte, lo cual es sinónimo de nada, o peor aún, de enfermedad. Mi propuesta es enfrentarme a ellos, cuestionar el status quo del arte para que después, cuando me escuchen por fin, hacer aberraciones mayores. ¿No querías eso? Tomad las latas de Manzoni, derramadlas sobre vuestras putrefactas paredes. Abridlas, comer de ellas. Lo siento, el arte como desahogo y denuncia, como prestigioso cubo de excrecencias tiene capacidad para todo nuestro malestar. Una mierda enlatada es arte, los restos de nuestros días envitrinados son arte (pienso en Arman), y el vómito fotografiado es arte también (Cyndi Sherman. Quién no entienda esto estará fuera del día, de la realidad. Allí es donde sin duda estoy, ¡¡¡qué mejor paraíso que revisitar las antiguas pinacotecas, rebosantes de nuevos devotos y ofertas turísticas!!!
II
La semana pasada asistí al MNCARS junto al amigo Francisco Migúel. Vimos la novedad de la temporada, Nuevos realismos: 1957-1962. Estrategias del objeto, entre readymade y espectáculo. Lo expuesto es una buena muestra del arte de postguerra, una "ruta entre la última etapa de la hegemonía abstracta y la consolidación del arte pop." Nuevamente tras la guerra se expresa el malestar y se cuestiona el sistema en su totalidad. Pero si tuvieran un conocimiento más amplio de la historia comprobarían que estas nuevas manifestaciones son muy corrientes y lógicas, y que no tienen mayor valor que ser el testimonio de ese malestar general.
A lo que iba, la exposición del Reina Sofía es para la mayoría de los mortales, un verdadero insulto al sentido común y a la inteligencia, pero para nosotros, hijos de Zeus y de la universidad, con las mentes bien amuebladas de conceptos y posibilidades, era una oportunidad para observar hitos de la historia del arte de la segunda mitad del siglo XX, como el botellero de Duchamp, las latas de Manzoni, los objetos envueltos de Christo, el azul de Klein, las máquinas de Tinguely, los peines, chapas y basuras de Arman.
Creédme, llevo visitando museos y galerías desde que tengo uso de razón y me hallo en un punto dramático: escasas veces encuentro placer estético en las visitas que realizo, muy al contrario, hastío y encabronamiento. Lo de las galerías, salvo contadísimas ocasiones, es algo dantesco. Las obras no tienen valor, tienen nombre, un nombre que corresponde a una marca. Ese es el mercado del arte, un supermercado de barrio adinerado.
Muchos con acierto consiguen traspasar la realidad para ponernos el contacto con el alma del hombre, del arte y del tiempo que nos ha tocado vivir. Y la fórmula es la de siempre: la belleza actualizada. Jaume Plensa, Anselm Kiefer por ejemplo. Sin embargo, al momento, pienso, oh sí, qué desdicha. Pienso en la metáfora católica de la viña del Señor, y sí es cierto que tiene que haber de todo y que la libertad se funda en la diversidad...,...: qué así sea. Pero en toda esa diversidad debería haber una propuesta clara, una apuesta realmente artística. Ellos mismos están cavando su propia tumba, y sembrando la confusión a una sociedad que ya tiene bastante. Proponer algo nuevo y valeroso no es nada fácil, se necesita talento y trabajo a toneladas, unidos al conocimiento de la tradición, a la expresividad del momento y a la personal pulsión del artista.
III
Y así estamos, insensibilizados ante el arte. Justo lo contrario de lo que, supuestamente, el arte busca. Todos, a estas alturas, sabemos que el mundo, sea la época que sea, se las trae, y que a veces es necesario denunciar o transmitir los sinsabores de esta vida, pero, imagínense ustedes, queridos y estimados amigos, si todos nos pusiéramos en ese plan, en potenciar el asco, la saturación, el aislamiento y la injusticia que reina sobre la corteza terrestre. ¿Acaso no estaríamos echándonos piedras sobre nuestro tejado? Esa es la actitud dadaísta a la que hemos llegado muchos, incluido yo mismo. Y por triste que parezca, yo también estoy cavando mi tumba y espero, la de todo este arte que nos machaca.
Kitos, 21 junio 2010
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Para saber más lean este artículo sobre el Dadaísmo
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