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I
Empecé a concebir a la piedra como un planeta, y he aquí el presente resultado: un mapa del universo. En principio, no tenemos más que nuestros sentidos y nuestra intuición para explorar la materia y el espacio; pero además contamos con la historia de la ciencia, de la cual soy un absoluto desconocedor.
Mi primera inmersión en la materia no contaba más que con mis sentidos, eso no quiere decir que cuente con información de primera mano, pero sí de mi mano. Traté de agotar los canales del tacto y de la intuición hasta pasar a una segunda inmersión, centrada ya en la mirada microscópica (más tarde en la telescópica) e imaginé los hallazgos de la ciencia. Hace más de un siglo que llegaron al meollo de la cuestión: el átomo. No me preguntéis cómo lo hicieron, me lo explicaron en la escuela y aún le sigo dando vueltas, pero a alguien se le ocurrió descomponer la materia e inventaron la energía atómica.
Históricamente, tanto egipcios como griegos habían llegado a calcular distancias entre cuerpos celestes. Ahora existen potentes ordenadores que miden con precisión los años luz que necesitamos para llegar a Andrómeda, lo que no sabemos aún es cómo aterrizar. Lo básico e interesante del asunto consiste en llegar a planteárselo. La ciencia, que la tenemos como todo rigor, se nutre de hipótesis. Todo esto para decir que somos una mota en el universo, o más bien su lágrima, azulísima y salada.
Empecé a concebir a la piedra como un planeta y he terminado por concebir a la piedra como un grano de arena.
No en vano, numerosas investigaciones se centran en el aire, en el polvo cósmico, en ese vacío poblado de materia oscura que es de lo que principalmente se compone el universo. No sé por qué toco estos temas. A mi siempre me han parecido absurdos, aburridos y, bien mirados, terroríficos. Evito el pánico de encontrarme otra vez cara a cara con él porque, sencillamente, a mí me entran escalofríos con esas cosas, las agujas de mi reloj biológico se desmadran y las de mi cerebro se arquean y retuercen; la visión se puebla de nubarrones mientras todo a mi alrededor toma los pasos de una extraña danza. Todo se mueve mientras uno permanece inerte. Este estado de repentino mareo me lleva a pensar en negros presagios antes que en felices sortilegios.
Es decir, la charla espacial no me llevará a ningún otro sitio que no sea a el suelo o al parque en el mejor de los casos, y allí contemplar las estrellas, sin importarme lo más mínimo dónde puede estar la Osa Mayor o Casiopea. En esos casos prefiero sentir a pensar, sin embargo, ¿quién puede disociar totalmente lo uno de lo otro?. Llegado este punto me desligo de los puntos de mira de la ciencia matérica (micro y telescópica) para intentar centrarme en mi vida. Aquí ya aplico, sin quererlo siquiera, la mirada introscópica.
Detengo aquí tan rápida reflexión como indocumentada para tomar un respiro, para salir a la noche, primera de este verano, y mirar a los edificios engalanados de los vivos colores de la bandera nacional. Los mundiales han empezado y España ha ganado a Honduras con dos goles de Villa. Una victoria que ha sabido a poco. Mientras, el planeta gira y los jugadores celebran boca abajo, allá en Sudáfrica, la primera victoria de la Roja. Esto también es importante para conocer el universo, o al menos nuestro planeta.
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Kitos, 21 junio 2010
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Recomendación musical: Pink Floyd, Echoes:
http://www.youtube.com/watch?v=mfgoVZswC4k
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