Pienso en Kubrick, en Clarke y sobre todo, en el primer homo sapiens con un muñeco. Qué gran principio. Luego, al sapiens sapiens (que poco sabe) frente al misterioso y ultrapulido monolito, mientras gira y gira el universo, tan fascinante como aburrido.
"Yo mando. Yo ordeno.
Yo miro al sol y ni siquiera parpadeo.
Con el fémur de otro homínido doblegué al resto".
(Cantar del mio Primitivo)
I
I
Tan aburrido y fascinante como el universo es la conducta humana, solo que nos pilla algo más de cerca. Tenemos hoy útiles más poderosos que el hueso y la piedra para doblegar al resto, el brillante y ultrapulido monolito es el radiante televisor, con su pantalla emisora de millones de espejismos. Un muro cristalino de brujerías y alcahuterías infranqueables que afectan a la sociedad en su conjunto. Omnipresencia de las claroscurovidencias. Multipresencias vacías que ocupan nuestro tiempo. Menudo artificio, menudo invento.
Si levantara la cabeza Goebbels y viera en lo que se ha convertido la TV (1) o bien estaría sorprendido de lo lejos que han llegado sus principios, o estaría completamente horrorizado. Un arma tan sutil es digna de elogio. Y su misión evangelizadora es más mortífera que cualquier arma nuclear. Así no es de extrañar que expertos en sociología tan reputados como Chomsky definan a la televisión como arma de destrucción mediática. Véase aquí su interesante análisis.
No podremos encontrar otro artilugio más eficaz para alejar al ser humano de su ser humano. Por el hastío del ser así, humano. Si la pantalla propaga los mil demonios que albergamos, y ni un sólo ángel. Si la pantalla nos echa el lazo y nos atrapa, ya sea por somnolencia o simplemente por no pensar, que sale siempre tan caro. El precio que pagamos es ese mismo: despedirnos de nuestro ser. Domesticación humana. Curiosa versión de El planeta de los simios.
Los medios de comunicación nos ofrecen versiones similares de los acontecimientos, según el razonamiento "oficial" -o llamado pensamiento único-, y así nos dejan en bandeja un mundo perfectamente razonado. Alta cocina. (Pienso en los banquetes de Salò y los 120 días de Sodoma, del gran Pasolini). La receta no es tan sofisticada, sin embargo nos sirven la realidad en bandeja de plata, multicolor - oh, y apenas nos sirven devoramos. Solo falta que nos pongan babero.
Perversión y repulsión a un tiempo, si, pero "misión cumplida": la de evitar el pensamiento individual, de tal modo que no nos molestemos lo más mínimo en construir nuestra propia opinión del acontecer diario. Para qué razonar, ya lo hacen por nosotros. De qué serviría, si ya asumimos doblegarnos a la mayoría. Los mecanismos de la manipulación -y distracción-funcionan a la perfección. Robótica pura.
¿Condición humana o constricción de lo posible? ¿O es que ya somos otra clase de seres y nuestra naturaleza mental ha mutado? Según la ciencia, es evidente: si cambia el medio cambia el sujeto. Según la historia, no. La estupidez humana es infinita,- Einstein ya lo sabía. Y obscena, añado yo.
Dejamos abierta nuestra mente a los impulsos del exterior, y son tan excesivos los impulsos audiovisuales que recibimos que diríase que una extraña y cruel batalla se libra en nuestras pupilas. De tal modo que perdemos de vista nuestra inteligencia. Dormir con los ojos abiertos, compartir pesadillas con los telespectadores del otro lado del globo. A no ser que sea eso lo que queramos: alejarnos de nosotros mismos, olvidar nuestros deseos más íntimos, anular la vida, diluir nuestra existencia, borrar el tiempo de nosotros. Tal es el agotamiento que acumulamos.
El ser humano en el sofá es ya un icono de nuestro tiempo, (véase a Homer Simpson) un lugar sagrado donde se rinde ciega pleitesía a los dioses lares del hogar, pero con total indiferencia. Asi que, en realidad, la triada hombre-sofá-tv., como icono de nuestro tiempo, juega un papel eje en nuestra sociedad: el sueño del hombre despierto en sustitución de la esperanza. Esta religión, de dioses lares televisados, es un oráculo invertido, su caldera incandescente, su opio para olvidar durante unas horas la fatiga de hoy y la naúsea del mañana.
Los medios de comunicación nos ofrecen versiones similares de los acontecimientos, según el razonamiento "oficial" -o llamado pensamiento único-, y así nos dejan en bandeja un mundo perfectamente razonado. Alta cocina. (Pienso en los banquetes de Salò y los 120 días de Sodoma, del gran Pasolini). La receta no es tan sofisticada, sin embargo nos sirven la realidad en bandeja de plata, multicolor - oh, y apenas nos sirven devoramos. Solo falta que nos pongan babero.
Perversión y repulsión a un tiempo, si, pero "misión cumplida": la de evitar el pensamiento individual, de tal modo que no nos molestemos lo más mínimo en construir nuestra propia opinión del acontecer diario. Para qué razonar, ya lo hacen por nosotros. De qué serviría, si ya asumimos doblegarnos a la mayoría. Los mecanismos de la manipulación -y distracción-funcionan a la perfección. Robótica pura.
II
¿Condición humana o constricción de lo posible? ¿O es que ya somos otra clase de seres y nuestra naturaleza mental ha mutado? Según la ciencia, es evidente: si cambia el medio cambia el sujeto. Según la historia, no. La estupidez humana es infinita,- Einstein ya lo sabía. Y obscena, añado yo.
Dejamos abierta nuestra mente a los impulsos del exterior, y son tan excesivos los impulsos audiovisuales que recibimos que diríase que una extraña y cruel batalla se libra en nuestras pupilas. De tal modo que perdemos de vista nuestra inteligencia. Dormir con los ojos abiertos, compartir pesadillas con los telespectadores del otro lado del globo. A no ser que sea eso lo que queramos: alejarnos de nosotros mismos, olvidar nuestros deseos más íntimos, anular la vida, diluir nuestra existencia, borrar el tiempo de nosotros. Tal es el agotamiento que acumulamos.
El ser humano en el sofá es ya un icono de nuestro tiempo, (véase a Homer Simpson) un lugar sagrado donde se rinde ciega pleitesía a los dioses lares del hogar, pero con total indiferencia. Asi que, en realidad, la triada hombre-sofá-tv., como icono de nuestro tiempo, juega un papel eje en nuestra sociedad: el sueño del hombre despierto en sustitución de la esperanza. Esta religión, de dioses lares televisados, es un oráculo invertido, su caldera incandescente, su opio para olvidar durante unas horas la fatiga de hoy y la naúsea del mañana.
La TV es la cabeza de familia que adoptamos en nuestros hogares y que, de inmediato, sucumbimos a sus suaves encantos y a sus crueles mandatos. Cabeza cuadrada, cabeza borradora. (Otra). Es mejor proyectar fuegos fatuos sobre nuestros ojos que el fuego de la verdad. Cada programa es una piedra violenta envuelta en fuego griego que se dirige diréctamente a la cabeza, que ofende la inteligencia y el espacio íntimo de cada uno. Adiós a la vida, adiós cariño. Claro que, ¿quien quiere aún conocer la verdad?, pues claro está que la verdad duele. (Que duela de verdad, que no sea tu dolor de rozadura, leve, de dos días. La verdad esconde un dolor para toda una vida, si bien es cierto que ese dolor puede ser llevadero. La verdadera sabiduría ayuda a caminar por el fuego.)
La mentira es un pulpo elocuente, un espectro que se ha convertido en burdo espectáculo, plagado de falsas risas y falso sexo, de estupidez supina y tramas sórdidamente inverosímiles, vamos, de cuentas y cuentos chinos. Todo ello barnizado de una belleza artificial, estudiadísmos cánones nos aboban. Nuestro espejo actual, vaya. Y con tanto cuento no nos creemos ni a nosotros mismos. Hemos perdido la noción y la perspectiva de nuestro ser. Y ni siquiera nos percatamos. Abrazamos la mentira desde el sillón, nos batimos en orgías con el mando a distancia, anuncio si, anuncio no, con tal de evitar nuestra responsabilidad como personas. Y es que consumir diariamente ficciones tan inconexas jamás podrán aportar algo bueno.
Si, a tu alcance está: aprieta el botón. Para encenderlo, o para apagarlo: haz uso responsable de tu televisor.
Y si habéis llegado a éstas alturas es que os merecéis un postre, un breve y certero análisis que Roberto Juarroz hace de la TV:
"Lo peor de la televisión no está en sus contenidos, sino en su naturaleza, su ritmo y su tono. El flujo ilimitado de imágenes no sólo apresa la mirada sino también el pensamiento y no le permite volver, como se lo permiten el paisaje o la pintura. El apresuramiento enajenante sofoca la cadencia natural del ser humano y lo absorbe patológicamente en un movimiento acelerado, que vulnera su verdadero ritmo. La direccionalidad binaria, asertiva y excesivamente pública de la televisión, configura un mensaje decididamente autoritario, si no totalitario. Pretender adaptarse al lenguaje televisivo o utilizarlo como vehículo para la educación y la cultura, constituye un lamentable y peligroso malentendido. No es suficiente televisar algunos programas parecidos a clases o algunas lecturas de poemas, aunque tengan música de fondo. La insustancialidad estructural, la deformación del ritmo y el mensaje dirigido indiscriminadamente a un receptor menos que medio, no son atributos redimibles. Allí donde no caben la contemplación, la reflexión, la pausa y el silencio, no parece haber lugar propicio para el hombre libre y creador, ni para el pensamiento abierto, cercado además por la atadura comercial y propagandística o política e ideológica."
............
Gracias a MGL
Si, a tu alcance está: aprieta el botón. Para encenderlo, o para apagarlo: haz uso responsable de tu televisor.
III
Y si habéis llegado a éstas alturas es que os merecéis un postre, un breve y certero análisis que Roberto Juarroz hace de la TV:
"Lo peor de la televisión no está en sus contenidos, sino en su naturaleza, su ritmo y su tono. El flujo ilimitado de imágenes no sólo apresa la mirada sino también el pensamiento y no le permite volver, como se lo permiten el paisaje o la pintura. El apresuramiento enajenante sofoca la cadencia natural del ser humano y lo absorbe patológicamente en un movimiento acelerado, que vulnera su verdadero ritmo. La direccionalidad binaria, asertiva y excesivamente pública de la televisión, configura un mensaje decididamente autoritario, si no totalitario. Pretender adaptarse al lenguaje televisivo o utilizarlo como vehículo para la educación y la cultura, constituye un lamentable y peligroso malentendido. No es suficiente televisar algunos programas parecidos a clases o algunas lecturas de poemas, aunque tengan música de fondo. La insustancialidad estructural, la deformación del ritmo y el mensaje dirigido indiscriminadamente a un receptor menos que medio, no son atributos redimibles. Allí donde no caben la contemplación, la reflexión, la pausa y el silencio, no parece haber lugar propicio para el hombre libre y creador, ni para el pensamiento abierto, cercado además por la atadura comercial y propagandística o política e ideológica."
............
Gracias a MGL
...............................
1.La primera emisora con programación y horario regular fue creada en 1930 en Berlín por la sección local del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, pero los responsables de la propaganda nazi no se percataron de las posibilidades del medio y continuaron utilizando la radio." Wikipedia (Menos mal!!!)
No comments:
Post a Comment