by Carlos Medel Redondo Agosto 2012
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"Si quieres entender el universo, piensa en energía, frecuencia y vibración."
Nikola Tesla
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Tenemos nosotros el poder de acabar con la tierna dictadura de las horas. El recuerdo de tener en la memoria tantas horas acabadas que pueden despertar en un instante, y no acabar jamás. Semejante es la energía eléctrica, cuyos misterios Nikola Tesla desentrañó. La torre de la Tate multiplicaba la energía en un serpentín que se prolonga todo lo alto que tiene la torre. A mayor longitud mayor energía. Hoy, el antiguo edificio hidroeléctrico, es un museo de arte contemporáneo por el que he sentido atracción y desdeño durante mi estancia en Londres.
Imagino el tiempo como esa torre que multiplica la memoria, el tiempo en ese serpentín que acelera las horas y las devuelven a nuestro lado para despertarnos, misteriosamente, con la conciencia de otros días. A saber por qué. Quizás porque tenemos el poder de acabar con la tierna dictadura de las horas, pero no sabemos aún controlar tal poder.
Una cosa nos lleva a otra, como los numerosos hipervínculos que pueblan nuestras relaciones en la era digital. No nos queda otra que ser muy meticulosos si queremos profundizar sobre cualquier cuestión, pues el peligro es dispersarse. O no. Tal dispersión no sería peligrosa si estuviésemos analizando los vínculos que una cuestión tiene con otra. Relacionar y divagar. Navegar y asociar. Lo mismo da.
Quizás el arte sea el espacio donde confluyen tiempo, poder y control, el espacio donde a la vez tiempo, poder y control se revelan para decirnos a la cara que estamos a merced del caos, y que sus nombres son ilusiones creadas por el hombre, ilusiones para sobrevivir y sobreponerse. La construcción de la torre -y de otras tantas edificaciones solemnes- responde a lo mismo, a la materialización de esa ilusión.
Una cosa nos lleva a otra, como los numerosos hipervínculos que pueblan nuestras relaciones en la era digital. No nos queda otra que ser muy meticulosos si queremos profundizar sobre cualquier cuestión, pues el peligro es dispersarse. O no. Tal dispersión no sería peligrosa si estuviésemos analizando los vínculos que una cuestión tiene con otra. Relacionar y divagar. Navegar y asociar. Lo mismo da.
Quizás el arte sea el espacio donde confluyen tiempo, poder y control, el espacio donde a la vez tiempo, poder y control se revelan para decirnos a la cara que estamos a merced del caos, y que sus nombres son ilusiones creadas por el hombre, ilusiones para sobrevivir y sobreponerse. La construcción de la torre -y de otras tantas edificaciones solemnes- responde a lo mismo, a la materialización de esa ilusión.
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