Agosto 2013
*****
Este pequeño y abigarrado grupo de esculturas habitan mi casa en exiguo equilibrio. Ninguna de las piedras están unidas por otros elementos, sólo la ley de la gravedad hace que se mantengan así.
El todo es una regla de tres: tres números, o piedras, y una incógnita, o misterio. En cierto modo, no necesitamos más para ser medianamente felices: comer, beber y dormir. Y la incógnita es la tranquilidad, esa especie de amor que necesitamos para entender que no todo lo tenemos que entender, esa fuente misteriosa que nos haga vivir tranquilamente con la incógnita.
El temple es la temperatura del carácter, el oleaje de nuestro mar interior, la voz callada del firmamento. La espada de junco, la mano de bronce, la caldera del volcán dormido. El temple nada promete, el temple mece la cuna de los días futuros. Mientras, el temple solo es una orden legendaria para calmar las ansias de conquista, para poseer el santo grial de mis propósitos imposibles, el sueño de la sangre en las venas de la piedra.
***
(texto revisado en julio 2016)
No comments:
Post a Comment