Noviembre 2013
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Llueve con inusitada dulzura y hasta los pájaros de la ribera han dejado de cantar. Y no hay lagos, ni árboles del lejano oriente que recogan las perlas del cielo. Pero es tan bello el instante que no puede ser real. Enseguida se levantan sospechas, y enseguida se desvanecen. Todo es tan real como te lo propongas. La imagen se repite en bucle: acaricia todo su cuerpo, una y otra vez, incansablemente. Y es así como descubre su oficio, el de amar el barro y elevar su figura; aunque de momento siga tumbada, tan quieta y sin respirar.
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