Diciembre 2013
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acrílico / pizarra
30 x 20 cm.
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Yo conocía el action paiting por la obra de J. Pollock, un peculiar tipo estadounidense que se dedicaba a pintar vertiendo la sagrada pintura a chorretazos, esparciéndola con inusual desparpajo y brutalidad sobre superficies horizontales. Aquellos guisopazos me fascinaron, su gestual marca, su abstracción irridenta. Joder, me dije, este si que es un científico loco. Alguien que parecía salirse del guión del expresionismo abstracto -si alguna vez lo tuvo- y que concebía la superficie pictórica como los navajos.
Sin embargo yo no tenía ni pajotera idea, es decir, había oído campanas pero no me había documentado. Técnicamente, lo que J. Pollock había inventado fue el dripping, una técnica que luego utilizarían masivamente los informalistas europeos. La experimentación en pintura parecía haber tocado techo, dentro de todo el proceso que se inició con los dadaístas y surrealistas a principios del siglo XX. Pero qué va. Era un impulso más de encontrar nuevos horizontes artísticos, de investigar sobre la materia y la naturaleza de la pintura, de tomar la libertad creativa como bandera para soltar un grito mayor al anterior que nos pueda liberar de todas nuestras angustias y expresar todos nuestros anhelos. Entonces la pintura de Pollock se presentaba a mis ojos como una muestra tremendamente irreverente y eficaz, cargada de energía y de revelación mágica. Aquel modo de hacer me indicaba un camino donde volcar mi ansiedad y mi amor. Su inmediatez era pura sorpresa, puro azar, puro desahogo estético.
Hoy me he acordado de él cuando, por evitar los pinceles y su limpieza, me he dirigido diréctamente a la pintura, que es lo que importa. Con un cuchillo he dejado gotear la inmaculada sangre, como si fuera a untar de mermelada la tostada de cada desayuno. Pero he mantenido el cuchillo alzado, fascinado por cómo el hilo de pintura en el aire tomaba raudo y feliz aposento en la pizarra. Experimentar simultáneamente vaguedad y firmeza, sentir sacralidad y vulgaridad es una especie de epifanía que permite al ser elevar la espontaneidad a su enésima potencia. Ser como se es, hacer lo que haces, no hay vuelta atrás. Como si cagar fuera del tiesto fuera la mejor forma de abonar la tierra.
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