2011
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Alejénse de aquí los maníacos del éxito y las almas en pena, no pierdan su tiempo. Aléjense de aquí los que esperan conocerme, porque también perderán su valioso tiempo. Lo que ustedes verán aquí está aún por juzgar, aunque a mi juicio sea el cotidiano trajín de un adicto a las artes.
Llevo más de un año procediendo del mismo modo: reviso archivos de mi pasado. Casi todos documentan lo mismo: los resultados de mi quehacer artístico, junto con algún proceso y muchos caprichos. Hoy me he topado con agosto del dos mil once, fecha crucial para mí y para la vida de este blog. Desde entonces considero que la Piedra dada es un micronegocio, cada día más micro y menos negocio. Y no es queja, amigos, es letargo.
Yo viajé a Edimburgo motivado por un amigo íntimo que hoy descansa en paz. Mi deuda con él es eterna, porque desde entonces no dejo un sólo día de intentar sobrevivir con lo que hago, aunque a menudo sea tarea inútil. El hecho es que allí, en la capital de Escocia, vendí por primera vez. Cada venta la registraba en fotografía, es decir, que hacía una foto a los nuevos propietarios posando con su reciente adquisición. Podéis verlo aquí.
Y llega la hora de cuestionarse, de analizar lo que falla y someter a examen las cenizas de lo que ahora arde. No he contabilizado lo que llevo vendido en total. Perdí la cuenta más por desidia que por volumen. Y regalé algunos ejemplares. Entre ellos este que aquí os muestro. Pensé, puedo hacerlo de nuevo. Ya. Todo para mañana, como siempre. Esa es mi disciplina.
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