Marzo 2016
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Una masa ingente de cuerpos descoyuntados caen.
Víctimas del torbellino
se precipitan al vacío. O danzan en él.
Cualquier parecido con la realidad es impura casualidad.
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Lo tenía claro, no me iba a complicar la vida. Cuerpos y huesos. Eso haría, utilizaría sólo cuerpos y huesos como motivos gráficos para el ejercicio. Pues, ¿qué otra cosa somos? Cuerpos y huesos, materia orgánica dotada, generalmente, de pensamiento. El caso es que estaba llevando un boceto a una plancha de aluminio para solventar un trabajo de clase que consistía en presentar una imagen para el Museo Antropológico de Madrid que tuviera que ver con los ritos de paso.
La plancha se divide en dos: arriba, figuras humanas, en desorden, gravitando en el espacio, caóticamente, en rojo sanguíneo. Y todas las figuras están sumamente relajadas, como flotando en el eter(no) o cayendo desde las alturas, -o a las alturas ascendiendo. Debajo, separadas por una línea, restos humanos, una pirámide de huesos, en negro calcinado. Además de la imagen debíamos entregar un texto donde justificar nuestra imagen. Aquí lo tenéis:
"La obra aborda los ritos de paso desde una perspectiva genérica, es decir, no se centra en la descripción o alusión a un rito en concreto, sino en una interpretación personal de lo que significan.
Creo que en la mayoría de los ritos de paso es común encontrar al menos un elemento que vincula la vida y la muerte, por su cercanía o por el peligro que entraña. De tal modo que me pareció pertinente hacer una representación simbólica de la vida y la muerte.
La vida, como un caos donde flotan figuras humanas, un caos a modo de llama, de fuego, de danza. La muerte, como el caos donde se acumulan los restos óseos de los seres humanos, la materia que dejamos tras nuestro fuego, tras nuestra danza.
En definitiva, he querido representar una imagen donde se encuentran los dos polos de la existencia: lo vivo y lo muerto. Y la delgada línea que los separa."