I
A base de cuadros desechados -de marcos- he construido un nuevo estilo de obra que deja de estar al servicio de lo pictórico y renuncia a su condición de soporte para erigirse en elemento escultórico de primer orden. Dejo de lado el lienzo, el papel y la pared en beneficio de la tierra, de su horizontalidad. La tierra, ese territorio marginado y en desuso que habitamos, se convierte una vez más en el protagonista, y el marco se alza como su arma y su reclamo, incluso le resta protagonismo.
Una encerrona inesperada: lo político se cruza siempre en nuestro camino.
¿Y cómo es posible que la tierra vaya perdiendo su estatus de privilegio? Muy sencillo (y ya me empiezo a liar las patas, pero si callo pierdo la idea): El marco aquí lo es todo. La tierra, nada. El marco es el poder, un poder que delimita la tierra, que la secciona y divide sin otra voluntad que no sea la artística. Aparentemente. La cuestión es someter a la tierra a un marco legal que puede llegar a ser un octopus apropiatorio. La tierra se pierde si no la defiendes, y para eso también necesitas armas, es decir, marcos de actuación.
El asunto se riza del todo cuando pienso en el parcelamiento y en las relaciones políticas y filosóficas que conlleva ese poder delimitador. Pienso en Marx y en su actual pertinencia como punto de partida que por supuesto hay que superar si bien miramos los tiempos que corren. Y ahí lo dejo como la pista de un crimen, por si alguno de vosotros, estimados y escasos amigos, tiráis del hilo.
II
Una encerrona inesperada: lo político se cruza siempre en nuestro camino.
¿Y cómo es posible que la tierra vaya perdiendo su estatus de privilegio? Muy sencillo (y ya me empiezo a liar las patas, pero si callo pierdo la idea): El marco aquí lo es todo. La tierra, nada. El marco es el poder, un poder que delimita la tierra, que la secciona y divide sin otra voluntad que no sea la artística. Aparentemente. La cuestión es someter a la tierra a un marco legal que puede llegar a ser un octopus apropiatorio. La tierra se pierde si no la defiendes, y para eso también necesitas armas, es decir, marcos de actuación.
El asunto se riza del todo cuando pienso en el parcelamiento y en las relaciones políticas y filosóficas que conlleva ese poder delimitador. Pienso en Marx y en su actual pertinencia como punto de partida que por supuesto hay que superar si bien miramos los tiempos que corren. Y ahí lo dejo como la pista de un crimen, por si alguno de vosotros, estimados y escasos amigos, tiráis del hilo.
III
Sucede no pocas veces el cuestionamiento mismo del marco como elemento que delimita la pintura. Hay gustos que no lo admiten, su presencia interfiere en la obra, por muy neutro que sea. Vollard odiaba los marcos, y me consta que no es ni ha sido el único.
Trabajar a cielo abierto proporciona otros beneficios. La luz solar incide en la superficie de los marcos y proyecta una sombra que dibuja y completa la obra, como en un reloj solar. La obra crece y mengua según la luz que recibe. Es hora de seguir con el trabajo porque cada día que pasa me dice que es menor el tiempo del que dispongo para todo este tipo de sandeces que me alimentan.
Y no pienso en la muerte, o sí. Las ideas y los impulsos también caducan. Estas obras, ahora lo sé, son pequeños relojes solares que me recuerdan la fugacidad imparable de todo lo que está bajo el sol. Sin apresuramientos concibo un nuevo campo de batalla donde luchar por la liberación del marco y la defensa de la tierra.
Y no pienso en la muerte, o sí. Las ideas y los impulsos también caducan. Estas obras, ahora lo sé, son pequeños relojes solares que me recuerdan la fugacidad imparable de todo lo que está bajo el sol. Sin apresuramientos concibo un nuevo campo de batalla donde luchar por la liberación del marco y la defensa de la tierra.
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