I
1.
No hay más que mirar al frente para echarse a andar. No hay más que
mirar de frente para echarse a volar. Vía Láctea, vía Appia, vía
Narborense, vía Egnatia. No hay más que mirar al frente para dejar de
temblar. Es aquí y ahora: lo que ves a menos de cien metros. Todo lo demás -lo sabes con creces- sobra. Elige
cualquier camino, échate a andar. Sal de ti. Disfruta de tus piernas y pies, de tus
brazos, de tu cabeza firme, de tu barbilla al viento, de tu cadera al pasear y echar a correr. Te tienes a tí
mismo, por fin, gózate bien! Salta. Sal de ti para entrar de nuevo en ti, por otra puerta.
2.
Puedo conformarme con estar tumbado, el móvil en la mano. Ya hemos pasado juntos todo el santo día.
Como lapas. Juntos, espiados, inseparables, insobornables en el mutuo amor a la mentira, en puro impulso visual de certero engaño, en un frenesí enganchado y conectado a mil enlaces y mil contactos que se desvanecen en un abrir y cerrar de ojos. En ese abrir y cerrar de ojos en el que vuelvo a estar tumbado con el móvil en la mano.
3.
Antes andaba siempre con una navaja en la mano. Ahora ando con el móvil, todo el puto día. Es como si estuviera clavado en mí, insertado como un chip. El móvil es el navajazo de lo tecnológico en el cerebro del humano. Con su dulce filo disecciona el interior cálido y esponjoso de tu mollera. Desde allí domina, te enajena, te saca de tí para conducirte a una serie de ficciones a menudo despiadadas, aunque en apariencia sean amables y atractivas. Eres un videojuego sin éxito de ventas y sin embargo eres el objeto desechado de un algoritmo, el boceto de una persona que lucha por la vida.
Como en esos sueños que tienes cada noche, donde andas, corres y amas y luego no te acuerdas de nada. Solo que esos sueños no son los tuyos. Vivimos los sueños de los demás, desechos en sueños virtuales, luego harapos, luego excrementos. Consumimos la vida de los demás mientras aspiramos a hacer de nosotros mismos otro producto de consumo.
Como si fuera un pitón en la aorta. El móvil acuchilla a todo el sistema nervioso, lo deja en ridículo con su depurada esgrima mientras te crees que dominas la situación.
Perogrullada de última hora: El móvil es la negación del yo.
4.
Hace ya demasiados años dejé de transcribir mis sueños. Pero hoy tuve uno que tengo que contar, no se vaya a revolver dentro y convertirse en germen de un tumor. Tengo que contar el sueño porque desperté sudando. Y lo contaré cuando sepa narrarlo, cuando me vuelva el frío y la inquietud, cuando ya se haya escapado de mi memoria.
5.
La memoria: ese pantano. Ese territorio de ruidosos silencios y sonidos de baja frecuencia, esa frontera donde se entienden y hablan varios idiomas a la vez.
La memoria, esa torre de Babel.
6.
Todo pantano es también una frontera. Pantanos hay en todos los países. El país de los pantanos está diseminado por toda la tierra. No hay un gobierno, no hay un Estado. El pantano es la anarquía de lo vivo, su realentización máxima, su germen en eterno estado embrionario.
7.
La frontera no tiene bandera. Los refugiados no tienen bandera. Debería estar ahora diseñando una para ellos. ¿O conocéis vosotros alguna que ya existe? Las banderas han demostrado ser un carnet de identidad colectivo que provoca más conflictos que los ya existentes. La identidad misma es un foco de conflicto imposible de eludir. La identidad es parte memoria parte voluntad.
8.
El pantano no tiene bandera, ni caminos, ni leyes que no sean de barro y lodo.
9.
Toda frontera produce una sensación de confusión. Debería ser al contrario, ya que la frontera divide taxativamente. Solo que se habla mucho de las fronteras invisibles, sin referirse a una situación imaginada. Siendo yo extranjero por definición, estar a un lado u otro de la frontera debería darme igual. Sin embargo me confunde, no siempre voy documentado y a menudo que asaltan gallofas uniformados que me piden los papeles. Yo les enseño mis libretas y cuadernos, haciéndome el tonto. Ellos aveces se ríen, me toman por loco y santaspascuas. Otros creen que me río de ellos y la emprenden contra mí. No voy a esperar otra cosa de ellos. Los amaestraron para ser robots, y no llegaron a serlo jamás, dios mediante. Tampoco llegaron a ser ellos mismos, pero, y quién puede lograrlo?
Es la voz de los refugiados la que nos viene a salvar. Antes de ser
refugiados ellos eran como nosotros. Y es probable que nosotros seamos,
dentro de poco tiempo, como ellos.
10.
Todo camino es una frontera. Todo camino tiene su escolta, su paisaje. Puede ser de escoria o de frondosa vegetación. Y toda frontera es un camino lleno de espinas. Todo camino que se recorre con dolor es un éxodo, pero el dolor puede convertirse en un motor hacia la libertad, hacia el gozo de recorrer los caminos como vía de habitar el mundo. Y esa vía se ramifica. Una de las ramas principales es la belleza, esa proteína para el alma sofisticada. Y encima demuestra su eficacia para combatir el dolor. La belleza cauteriza las heridas del alma. Solo la belleza tiene el don de la comprensión.
*
II
Frena el tráfico de amores. No sometas a tu corazón a más tránsito del debido. Sabes que eres sensible a la contaminación de las pasiones y frágil a la velocidad del tiempo. Sabes que eres una marioneta en manos del destino, manipulable y cruel como el destino mismo.
Todas las noches igual, todas las noches igual. No pasa nada. Menos mal. Rezo por ello. Todas las noches igual. Que no pase nada. Todas las noches igual, todas las noches la misma noche. Qué maravilloso milagro que sea así. Que no pase nada, que no acabe la noche.
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