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El abuelo Fero viaja hacia Australia. Hanna se paró frente a mis obras, hizo una rápida revisión de las láminas de piedras, preguntó precios y se fue al cajero. Después volvió junto a unas amigas y quiso ver más obras. Finalmente se decantó por el abuelo Fero, una de las láminas por las que más me se ha interesado el personal. Hanna pagó las cincuenta libras que pedía por su cabeza. Por parte de mi alma. Hanna, ante mis guiños de dolor, me dijo que cuidaría de él. La creo. Y son en estos casos en los que lamento no saber inglés ni tener las habilidades sociales suficientes como para pedir una dirección donde de vez en cuando llamar y saber de ellos. A quién se le ocurre ir al extranjero a vender lo que más se quiere. Pero basta de lamentaciones. Vamos a celebrarlo Hanna:
¡¡¡¡Slainte Mhath!!!!
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