(algunas ventas de la primera semana)
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He buscado la cercanía del público fuera de casa, como si buscara el reconocimiento que el artista encuentra a menudo lejos de su patria, para ver el alcance que tiene la obra de uno , cómo llega, cómo la reciben en las calles extranjeras. Qué tontería. En las calles de Edimburgo se mueven cerca de 70.000 españoles. Algunos me han comprado. Como dicen por aquí, Gibraltar será británico, pero Edimburgo es de España. Si fuera así, saldría pitando, pero la broma es buena.
El público que he buscado corresponde al de un festival internacional de teatro, música y arte: el Fringe. He creído que saliendo de mi doliente España e ir a una cita semejante iba a encontrar un público más selecto y culto. Sin embargo no puedo comparar, pues en España, en casa, no he mostrado nada que no sean a los amigos y familiares más cercanos. Ya me vale, sí, pero es que España me desanima. ¿Qué es triste? Desde luego, y mucho. En diez días que llevo aquí he vendido cerca de veinte láminas en un puestecito improvisado de cajas de supermercado, sin más licencia que la que me tomo por tener algo bueno que mostrar. A precios asequibles y con derecho a regateo, que es lo que me jode. Y aunque mi inglés me lo permitiera no sabría venderme, pero sigo aprendiendo, como diría aquel genio. Mi regla de oro es no insistir, ofrezco mi obra a quien sólo se interesa por ella y le muestro el resto de la serie. Cuando les digo los precios (pues no los marco) unos compran, otros me preguntan hasta qué día estaré vendiendo allí y otros me dicen very nice. Cuando me preguntan..., no les entiendo, no sé inglés, qué se le va hacerrrr, nadie es perfecto. Y miro a Edwin, a Walter o a Jacob para que me digan que coño quieren saber. Es normal que pregunten, están en su derecho, además de ser una muestra de interés clara y sincera hacia mi trabajo. Los que compran mis obras tienen que haberse enamorado de ellas, pues yo solo trabajo con amor, es Ello quien me guía. Los pinceles, las plumas, los rotuladores, las tintas y las acuarelas son sus brazos -que me llevan, sus manos -que me acarician. Ahora mi arte y mi amor fluyen around the world.
El público que he buscado corresponde al de un festival internacional de teatro, música y arte: el Fringe. He creído que saliendo de mi doliente España e ir a una cita semejante iba a encontrar un público más selecto y culto. Sin embargo no puedo comparar, pues en España, en casa, no he mostrado nada que no sean a los amigos y familiares más cercanos. Ya me vale, sí, pero es que España me desanima. ¿Qué es triste? Desde luego, y mucho. En diez días que llevo aquí he vendido cerca de veinte láminas en un puestecito improvisado de cajas de supermercado, sin más licencia que la que me tomo por tener algo bueno que mostrar. A precios asequibles y con derecho a regateo, que es lo que me jode. Y aunque mi inglés me lo permitiera no sabría venderme, pero sigo aprendiendo, como diría aquel genio. Mi regla de oro es no insistir, ofrezco mi obra a quien sólo se interesa por ella y le muestro el resto de la serie. Cuando les digo los precios (pues no los marco) unos compran, otros me preguntan hasta qué día estaré vendiendo allí y otros me dicen very nice. Cuando me preguntan..., no les entiendo, no sé inglés, qué se le va hacerrrr, nadie es perfecto. Y miro a Edwin, a Walter o a Jacob para que me digan que coño quieren saber. Es normal que pregunten, están en su derecho, además de ser una muestra de interés clara y sincera hacia mi trabajo. Los que compran mis obras tienen que haberse enamorado de ellas, pues yo solo trabajo con amor, es Ello quien me guía. Los pinceles, las plumas, los rotuladores, las tintas y las acuarelas son sus brazos -que me llevan, sus manos -que me acarician. Ahora mi arte y mi amor fluyen around the world.
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