Diciembre 2011
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El amor por la belleza es inseparable del sentimiento de la muerte. Pues todo lo que cautiva nuestros sentidos con escalofríos de admiración nos eleva a una plenitud de fin.
Que no es otra cosa sino el deseo abrasador de n o sobrevivir a la emoción. ¡La belleza sugiere una imagen de inanidad eterna! Venecia o los crepúsculos parisienses nos invitan a un fin perfumado, en el cual la eternidad parece haberse derretido en el tiempo.
E. M. Cioran
El ocaso del pensamiento, 1940
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