Aquella central térmica cercana a Ponferrada se convirtió de repente en una fábrica de nubes. Íbamos en el coche en dirección a Las Médulas cuando al pequeño Kitos se le ocurrió esa metáfora. Pues si, bien parece lo que dices, -aprobamos sonrientes. Vaya ocurrencias tienen los niños.
El sol de la mañana eligió aquel valle del Bierzo para lucirse por completo, y nos dejó la luz que nos había faltado los días previos. De tal modo que tanto el cielo como la tierra tenían la especial luminosidad de lo novedoso, y los rayos del sol al tocar la tierra húmeda, repleta de gotas de agua, proyectaba a su alrededor un arco iris inapreciable. Inaprecable para nosotros, longevos invidentes, pero no para los niños que aún perciben ese arco iris a su alrededor, ese arco que es mirada, esa mirada que transforma lo real y lo impulsa a otra realidad. Esa mirada es capaz de convertir una central térmica en una fábrica de nubes. Y no tóxicas, precisamente.
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