Estas son las cuatro fotos elegidas de las cerca de doscientas que dispongo ahora de aquel día.
Las dos primeras son mis habituales ofrendas (P.E.M.): una muestra la entrada mejor conservada en la segunda muralla al castro vettón de Ulaca, Ávila. La otra es parte del pequeño recinto sagrado que se encuentra al lado del altar ceremonial, o de sacrificios. Una auténtica joya -y rareza- para los estudiosos de los vettones, pulido en un granito especialmente duro, según me contó el guarda del yacimiento. No hay, por lo demás, ninguna inscripción en todo el castro, salvo éstas que hoy improviso.
Y
Ella no sabía de mis intenciones.
Creo que ni sospechaba que todo el camino hasta allí
había sido tramado con un fin secreto.
Ella creía que aquella escapada había sido fruto
de una serie de casualidades.
Pero las casualidades no existen.
La esposé en secreto bajo el beneplácito solar,
y por tenerlo en secreto el mismo sol me castigó.
A poco de descender del altar de ceremonias
el mismo sol me castigó:
se escuchó un súbito trueno
se escuchó un súbito trueno
y deslumbrado al girarme
caí rodando...
...
...
O
Y el mismo sol me castigó.
Si, pero encarnado en ella.
Una irreverencia que no pude evitar
-mi estupidez se acentúa cuanto más feliz soy,
sospecho y por desgracia.
El sol aprovechó el momento justamente,
y lanzó su rayo feroz
sobre el inmaculado rostro.
Reflejado se vio en su espejo
y el rayo cayó rebotado sobre mí.
Segundo castigo sufrido por incauto y pervertido.
Has de saber y de enterarte de una vez
que todo secreto cobra intereses.
Y que malo a veces es decir y peor callar.
Llegados a ese punto
lo mejor es partir
o besar.
Caminar con el corazón afligido
o pedir perdón mediante el beso,
si antes no te has llevado
un par de hostias.
Lo siento cariño, una vez más
he perdido el romanticismo.
Pero los vettones somos así.
Pero los vettones somos así.
U
EL BESO DE PIEDRA
Romance vettón
*
Fotografía -y captación: I. Izquierdo Cuadrado.
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