Monday, 11 September 2017

MEMORIA Y LADRILLO (obra en un territorio ignoto)




                                                                                                                                      Abril 2017


Vuelvo sobre los pasos dados y repaso el fulgor de las huellas que un día quedaron sobre la tierra. En verdad no tengo otra cosa. Soy el trasunto marchito de una vasta memoria, y el ladrillo la memoria externa de la que me sirvo.

La memoria es un extraño territorio. Aparece y desaparece en la niebla del tiempo. La memoria es la tierra en bloque con forma de nube, que, cuando llueve rellena en nosotros el molde de lo que somos. Esa lluvia es también caos y escritura, un laberinto de signos que flota sobre la tierra y nos moja la cara, sacudiéndonos de encima el sueño que nos apresa.

El ladrillo contiene la memoria de un territorio como sujeto y objeto arqueológico; el tiempo se expresa en la corteza de su piel dormida. La memoria no es memoria hasta que habla, hasta que sale a la superficie, delimita un territorio y se expresa sobre él. La memoria es un territorio mental personal que pasa a ser colectivo.  La memoria es un mapa del tiempo, una nebulosa inconquistable: siempre hay reductos y núcleos de resistencia.

Vuelvo sobre los pasos dados y hay veces que me pierdo en el camino. No hay memoria que soporte la verdad de lo ocurrido ni hay verdad que soporte tanta memoria. La memoria es quizás ese camino de regreso de cuando te pierdes a cuando te encuentras, la reconstrucción de un camino a casa. La memoria, esa gran desconocida, que de vez en cuando te invita a volver sobre los pasos dados.

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