Wednesday, 18 October 2017

EMPLAZAMIENTO REBELDE (en el barro del tiempo)






                                                                                                                                         Octubre 2017


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De los vertederos ilegales extraigo gran parte de los recursos que necesito para mi supervivencia. Dependo casi enteramente de esas improvisadas escombreras. Los materiales que aparecen y desaparecen en la zona son las presas que alimentan a mi espíritu. Como animales mitológicos, aparecen y desaparecen de un día para otro, alumbrados por el misterio del azar. 

Digo que esa materia, esos desechos, son objetos espirituales, por eso me hago cargo de ellos. Despojados de la utilidad para la que fueron diseñados, y desvencijados por el uso y el paso del tiempo, vagan errantes como monjes bajo la lluvia.

Mi tarea es acercarme a ellos y entablar un diálogo de silencios. Normalmente ellos me piden que les mire de otra manera, me dicen que aún tienen otra vida reservada. Es cuando uno entra en juego; en una suerte de adivinación uno tiene que descubrir esa vida reservada. Piden de mi escasa energía pequeños esfuerzos para elevarlos, para convertirlos en ellos mismos, sin utilidades ni servilismos de por medio. Para mostrar la otra cara de la materia: del desecho al rehecho, de la utilidad al arte.

Aún no sé si ellos, mis amados desperdicios, son conscientes o si sólo sospechan que son canales por los que circula la sangre sólida de un dios elástico. Dios es una entelequia materializadora, una presencia que se volatiza con la voluntad. El hacer, el obrar, es sólo una aproximación a esa presencia escurridiza que no deja de ponerte y quitarte cosas en la bandeja de la tierra.

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Reciclar no es un término que manejo normalmente, y en mi quehacer, en ninguna circunstancia. Tomar de la basura algo para reutilizarlo tiene el valor de salvar una vida. La materia, sea cual sea su naturaleza,  que tras pasar por la trituradora de la razón poética, siga en pie, merece el tratamiento de escultura. Toda escultura debe supurar espiritualidad por sus cuatro costados.

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Por otra parte, destaco esos desechos en medio de los campos como esculturas que denuncian a la actividad ilícita de tirar basura donde no se debe y de cómo mediante una ligera intervención los desperdicios pueden elevarse a otra categoría. Todo vertedero ilegal, toda escombrera improvisada es un espejo de nuestro tiempo. Y mi actividad, ávida de nuevas posibilidades, también lo es. El tiempo tiene un nuevo barro con el que tratar.

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