Dejaré pasar una semana para ver las transformaciones. No quiero sufrir más. Mi lucha es en balde y solo puedo aspirar a practicar una especie de periodismo oculto, a esgrimir unas crónicas de un espacio en vías de extinción. Poco a poco, sucede. Nadie se entera, ni yo tampoco escribo crónicas.
Ya ha pasado una semana y hoy volveré aquí, curado de los estados de ansiedad, con nuevas intenciones. Tratar de ver otras cosas que enterramientos y metamorfosis del paisaje. Trataré de ver una oportunidad nueva para ejercitar mi sentido del arte y dar rienda suelta a la ocurrencia. El arte es un lenguaje que no siempre tiene que articular mensajes. Balbuceos y desahogos estéticos. De momento veo que las nuevas tierras aplastadas pueden ser una plancha sobre la que grabar -con palos, con ruedas, con ladrillos; o sobre la que revolcarme como un burro al sol.
***
Todo me dice que abandone. La molicie de los días rompe el cristal de los sueños. Todo me dice que gire. Que deje los campos, que me incluya en la vida de los humanos. Todo me dice que cambie de dirección, hasta una propuesta para trabajar en Matadero. He ido, me dejo aconsejar. Y nada es lo mismo. Supongo que tendré que afrontar una etapa de adaptación al nuevo medio. Colaborar en una de las Residencias es un honor, y un desafío.
Es así como la metamorfosis se ha de producir en mí, a la vez que en el territorio. También es ley de vida, dejar unas cosas para hacer otras.
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