Friday, 3 November 2017

UN LUGAR DE TRABAJO (en el olvido de los campos)



Como ya sabéis, de un tiempo a ésta parte visito con frecuencia el olvido de los campos. Allí,  me olvido de mí mismo y recupero la conciencia de la vida, de la materia que, aún desvencijada, recobra el paso, el pensamiento y la palabra. En una suerte de simbiosis establecemos lazos afectivos que fortalecen un diálogo con el territorio, con el espacio, con el vacío, con lo inútil.

Soy poco más que una voluntad invisible que se hace presente mediante los restos que nuestra sociedad desecha. En este caso, soy una mesa de trabajo en una remota loma. Quiero decir con ello que, para mí, la razón de vivir pasa por alejarme de la sociedad, o resguardarme de ella, aún cuando suponga olvidarme de mí mismo. Tal vez, ese sea el primer paso para ser  y continuar la búsqueda del encuentro mutuo con la nada, con el territorio,  con lo que hay y no hay.

Trabajar en los márgenes es una manera de ampliar la sociedad, y de visualizar otros núcleos donde la actividad humana sea de otra índole. Pongamos por caso que en estos campos olvidados pudiéramos sembrar memorias, saberes, experiencias. O tomates. Los campos olvidados nos pertenecen, y eso también lo hemos olvidado.

De momento cuento con este exiguo gabinete a cielo abierto para recoger el testimonio de estos campos olvidados, de su vacío, de su silencio, de la belleza de su herrumbre. Iré tan poco a poco que mi trabajo sólo será perceptible al cabo de cien años, cuando la sociedad actual haya agotado el esquema del beneficio y su esquizofrénica lógica encuentre en estos campos el sanatorio perfecto para recomponer la libertad del hombre. 

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