Noviembre 2017
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Esto tampoco lo había previsto. Las máquinas han parado. Parece que no han traído un camión más de tierra y que acabaron justo cuando yo andaba por allí y ellos se iban a comer, según me dijeron. Quiero pensar que mi presencia, mi interés, mis fotos y mis numerosas preguntas han distraído la intención de volver a volcar tierra por allí. Tal vez fueran actividades ilícitas. Lo que sí parece es que lo han dejado a medias. Volverán. La amenaza ronda como un animal hambriento y mientras yo sacio mi voraz impertinencia con un sinfín de fotografías testimoniales.
Doy una vuelta por los alrededores. Descubro que han allanado el terreno de otras pequeñas zonas apartadas de allí y mejorado los caminos. Tal vez estén adecuando la zona para su mejor disfrute, -volví a pensar ingenuamente. No debo alejarme de lo utópico, me digo con insistencia. Quiero imaginar un programa político que incluya de manera urgente un tratamiento estético del espacio que habitamos. Porque la estética exige una ética, y en esto hay una responsabilidad social que necesita ser repensada con total seriedad.
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