Sunday, 30 December 2018

LIENZO DEL CIELO (con otros teoremas de la abstracción súbita)





***


Cada día tiene su cielo, y su propio pulso; como un nuevo ser que es diferente y similar a otro ser. Eso también lo sabe Juanluís, pero en particular lo saben los pilotos de aviación. De ello -de conocer el cielo- depende en gran medida su vida, y deben conocer al dedillo la gestualidad del cielo e intuir su lenguaje de ronca cartografía aérea.

Es importante que tengan el mayor conocimiento posible de cada capa y mota atmosférica antes de despegar y saber identificar las dificultades que cada vuelo presenta. Deben conocer y reconocer a la perfección la causa de las corrientes de aires y vientos, y las consecuencias que puede acarrear atravesar una nube u otra. Deben conocer las presiones, las borrascas, los ciclones y anticiclones; también las rutas migratorias de las grullas y las mariposas. Y el perfume de cada pasajero.

***

Surcar los cielos también es -además de un oficio extremadamente exigente- un arte. Surcar los cielos es el máximo invento, y aún así hay pilotos que no sospechan siquiera que dibujan para el resto de la humanidad, y que su caligrafía posee uno de los dones más altos de la belleza: la fugacidad. Espero que cada piloto cuente con un copiloto a su medida y que, aparte de las corrientes de aire, conozcan las corrientes del arte que florecen a su albor.

En mi personal visión creo ver ángeles allí donde veo letras de espumoso aire. La equis es uno de mis ángeles custodio. Quizás el más querido de ellos, el más erótico y metafísico, con diferencia. Quizás porque me veo reflejado en cada equis y advierta un espejismo más de mi destino. El cielo es un lienzo donde los ángeles dibujan  con plantillas de agua, en el mar inmenso de las alturas que emborronan con cloroformo y mucha picardía. O sólo firman como analfabetos celestiales para dejar constancia del fugaz tránsito de cada día; y de cada ser.

Monday, 24 December 2018

LA TUMBA DEL GIGANTE (espada molde del hombre)





***


Todo hombre es una espada: una lucha contra la adversidad. La persona se hace, ya lo decía Gracián, y se forja en la batalla, que diría Marco Aurelio. El resto de los seres ocupan otras categorías y son legión los títeres, que, como garabatos sobre el papel ensucian la tierra con vilezas y simplezas múltiples. A veces las circunstancias se afilan contra el hombre para imponer a los seres títeres en el poder y manejar a su antojo las reglas de este juego absurdo. Esa no es mi guerra, y ya no me duele. Mi espada contiene al hombre; es el molde de su símbolo. La espada es escudo a su vez, y no hay panoplia más sencilla que complete mi posición, mi ataque y mi defensa.

***

Iba a describir el lugar del hallazgo. Las ruinas parecen dibujar la estructura de una antigua villa romana y en su centro, en lo que sería el patio central, hemos encontrado ésta figura formadas por blancas piedras, levantadas recientemente del lugar por los investigadores de la universidad de Cincinnati para conocer las inscripciones que contienen. Allí mismo, en el yacimiento de Falcon Crest, tuvo lugar la Cuarta Edición de Bioficción y Neoarqueología con un simposium donde todos los asistentes acudieron con corbatas de lunares. Y camisa color pistacho.


***

La construcción de mitologías no es solamente una elaboración de ficción. Requiere una búsqueda, una localización previa de santuarios naturales, de lugares sagrados, de yacimientos que hacen posible y algo veraz dicha elaboración de ficciones, cuyo fin es hasta hoy incierto. Mitología y leyenda se entremezclan con la vida para dar a nuestros días un toque de canela y ron, y escapar de la rutina -cuando no asfixia- del ladrillo. De lo contrario sería todo más difícil de digerir.



***

Hoy mi espada ha querido sorprendernos. Se ha vestido de gala para su propia fundación como ruina activa, como resto arqueológico recién creado. El aire innato del aristoi se apodera del lugar. La elegancia de frente, la fortuna de fondo. Creo haber entendido que  por la tarde tenía una entrevista de trabajo con los ángeles del cielo. Hay dos vacantes esperándole, así que espero que le acepten en el consejo de Seguridad social o en el de Salud mental como otro de los curanderos o consejeros del noble y curtido barrio de San Nicasio. Como el niño que viene con un pan bajo el brazo, así llega esta espada a tus días. Mitad tumba legendaria, mitad cuna del porvenir.


Friday, 21 December 2018

MEMORABLE DON JOSÉ (y la finca La Mora)




Entre  andanajes y  vaguabundajes tropiezo con cosas, objetos, basuras, escombros y herrumbrajes, muchos zarrios aprovechables, -que no siempre interesantes. El arte busca la unión del paisaje con la sangre. Ente andanajes y vaguanbundajes hallo también personas y personajes. Gentes felices en general; no he conocido malaje, salvo la indiferencia de los runners. Entre todos destaca José. Don José guarda parecido con Jehová, con Jesús, con Mahoma, con Moisés. Es el dios físico del lugar. El otro día estuvimos hablando alrededor de veinte minutos, o treinta, no estoy seguro. Maravillosos minutos. José conoce el lugar y es parte de su memoria viva. Puro y elocuente paisanaje.

José me contó que en aquellos terrenos cultivaban carillas (alubia conocida popularmente como muchachillos con chalecos), a las que elogió por su finura. Me contó que aquél caserío -en mi toponimia particular es Falcon Crest, aunque no tenga nada que ver-, tenía a la entrada un gran parral, que en la parte de atrás había gallineros y puede ser que también tuvieran cochineras. Que tenían buenas huertas. Que, enfrente, en otro edificio alargado (quedan aún restos arqueológicos visibles) tenían las cuadras y los establos para vacas y caballos. Total, un finca que en su tiempo debió ser próspera -o al menos autosuficiente- y que los tiempos modernos fueron devorando poco a poco. Hasta que el dueño y heredero de aquellas tierras echó al labriego arrendatario y a su menguada familia. 

José calcula que la actividad de la hacienda perduró hasta hace unos treinta años. Al hombre, al antiguo labriego y hortelano, se le puede todavía ver por ahí, por Leganés, por sus calles, me quiso  apuntar. O sea, que hasta el año 1988 aproximadamente estuvo habitado aquel misterioso lugar. El caserío pertenecía a la Finca La Mora. Habría que investigar sobre la historia de esa finca, - hay libros escritos me dijo José- y por lo poco que he bicheado por la red sé que la extensión de la finca coincide en bastantes límites con los límites de mi actividades, de mis hitos y lugares de trabajo y retiro. Sin querer he ido "ocupando" un lugar extenso que se mantiene abierto, sin puertas ni vallajes, en el límite noroeste de Leganés. ¿Coincidencias? ¿O límites de las Tierras Comunales? Hoy podrían serlo.

Volviendo al inicio: José me parece un señor completamente adorable. Vaya ésto por delante. Volveremos a vernos, hasta la próxima! -me dijo. Despedida con sonrisas cojonudas, afables. ¡Qué amable, qué conversación, qué entrañable por dios! En cuanto se sequen un poco los charcos que el temporal ha dejado a su paso, saldré a su encuentro. Ojalá me hable, ojalá me siga contando cosas de La Finca La Mora, aunque tal vez su propia vida, la de Don José, sea tanto o más interesante. Ya he dicho que es Jehová, Jesús, Mahoma y Moisés al mismo tiempo. Y quién sabe si tienen algo más en común. Por mi alocada mente se ha cruzado una vez más la idea más peregrina: él, Don José, es el dueño de todo aquello, el propietario y actual heredero de La Finca La Mora. Y me gusta pensarlo, cada vez más.


*****


También he pensado desde él. Y pensaría que paseando conocí a un muchacho de edad avanzada, que me contó que frecuentaba esos apartados lugares, sin saber muy bien por qué; decía que era el campo que nos habían dejado, que ahí lo teníamos y que era importante recuperarlo. Que a él le gustaría trabajar allí, sembrar, arar. Ese joven no sabía lo que decía. Una extraña demencia sufría. Y me contó más: que le gustaba la fotografía, que dejaba rastros por ahí, huellas cercanas al arte o algo así. Que había estudiado historia, y que le interesaba la historia de aquel mismo lugar, de esas ruinas. Así que le empecé a contar cosas que de pronto recordaba. 

Pasamos como diez o quince minutos conversando. Me dijo que se llamaba Carlos y yo le dije mi nombre. A ver si la próxima vez que nos veamos me acuerdo de su nombre. Cogió su bicicleta y se alejó por el camino, desviándose hacia el viejo almendro quemado. Allí se detuvo y allí se quedó largo rato, pues no le vi de vuelta.

Lo más extraño es que empecé a recordar más y más mientras andaba de regreso a casa. Lo que no recuerdo bien es quién se quedó con las escrituras. Recuerdo una caja fuerte y otra caja amarilla, bañada en oro. Recuerdo también una gran charca con altas sombras en sus riveras. Recuerdo que empecé a recordar cómo el tiempo ha ido borrando mi memoria y cómo un muchacho, con tan sólo una pregunta (¿Sabe usted qué era todo ésto?) ha puesto en marcha el presente invento cuya finalidad aún desconozco. 

Tuesday, 11 December 2018

COMO UN FRIGORÍFICO BAJO UN ALMENDRO





"Como un frigorífico bajo un almendro", viene a ser un mcguffin que explica un estado de angustiosa perplejidad. El no saber suele abrir un inmenso abanico de interrogantes, a menudo beneficioso para nuestra inteligencia pues en la búsqueda de respuestas y explicaciones ésta, la inteligencia, se mantiene tremendamente activa y puede decirse que se desarrolla; o que se pone a prueba. A no ser que los interrogantes que nos atormentan no tengan explicación o respuesta, que también puede ser. Entonces ésta, la inteligencia, se bloquea o deforma. Es el comienzo de la depresión, de la paranoia o de la creatividad, espacios donde se forjan los más diversos ángeles y demonios.


 ***

He vuelto a las andadas. Después de un tiempo siempre vuelvo. Parece inevitable. Vuelvo a la soledad de los campos en la que siempre he encontrado la calma necesaria para enfrentarme al terror de la existencia. Ese terror que es sólo belleza; y tampoco quiero explicarme. Despojarme de la razón es una escapatoria momentánea. Sus tentáculos vuelven a atraparme en cuanto despierto.

El otro día, como resumen de mi trabajo, le confesé a una amiga: "Simplemente ejercito mi libertad". Como si fuera un músculo, como si necesitara de ese ejercicio para respirar y mantenerme en forma. Mis obras no son más que ejercicios de libertad, esbozos para explorar los confines de mi ser.

¿Y la libertad, qué es? Es el instinto en curso, sin límites físicos ni cadenas psíquicas, -quise aclarar. Después pensé en todos los condicionantes y en toda la disciplina que es necesaria y no quise hablar más de libertad, sino de todo lo contrario: de condena. No puedo evitar escaparme de este psiquiátrico.

De cómo experimento yo mi libertad personal, mi propia individualidad, es sólo asunto mío. Esa sería mi primera norma. La segunda es salir de la urbe, dejar la ciudad atrás mientras pueda. Concibo la urbe como una jaula de la que tengo que salir para volar. Y quizás también, como una cárcel y un psiquiátrico cuya fórmula ha triunfado entre los humanos de hoy en día. Por eso es también condena y locura el tener que vivir en una ciudad. Tener que salir de ella para crearme esa ilusión de libertad, tener que salir para poder verme y mirarme de frente.

Aún así, prefiero no explicarme. Ya me pasé demasiado el otro día, confesando mi bendito quehacer como si fuera pecaminoso trabajo libertario. Sería como borrar el misterio que oculta toda belleza, como quitar la guinda del pastel y quedarse como un frigorífico partido bajo un almendro.

FURGÓN DEL FUEGO EXTINTO

    *   cadáver carcasa esqueleto cuerpo calcinado en óxido enmohecido tejido de la ceniza abrigo del fuego consumido.   *   yelmo casaca ...