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Tenía que intentarlo, tenía que intentarlo. Pero fallaste. Fallaste. Tenía que intentarlo. De verdad, tenía que intentarlo. Pero fallaste, fallaste, y no lo negabas. Ese fue tu acierto, insistir en el error, errar hasta la extenuación con la creencia de poder dar la vuelta al planeta de la verdad y encontrar su cara oculta más reluciente y errada. En realidad, es cuestión de tiempo -como casi todo-, sólo que no tengo tiempo para casi nada.
Fallaste estrepitosamente a ojos de todo el mundo. Es muy probable que no se te vuelva a presentar ninguna oportunidad semejante. Sin embargo, y desde entonces, tu vida ha tomado un nuevo rumbo, un inicio en otra dirección. Borrón y cuenta nueva, o verlo todo con nuevos ojos o sin ojos, o quitarte las gafas o ponerte otras y pisotearlas todas, para seguir insistiendo en ese error en el que sólo tú crees.
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