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Hoy no tengo ganas de charlas -ya he tenido suficientes-, ni de pensar siquiera. Quiero mirar las fugaces fotos que hice aquella mañana de otoño. Por puro deleite. Por pura evasión.
No descarto contaros algunas cosas en otro momento, impresiones, reflexiones o diálogos que vendrán con la memoria, porque ahora, curiosamente, no recuerdo. Y es que la memoria se ejercita con el tiempo, es decir, aún no he tenido tiempo. Escuchad a Galaxie 500, solitarios amigos.
Desgana por un lado, dolor de pies por otro. Ni un alma por la calle. El plomo del otoño ha perforado nuestros cuerpos y su veneno se extiende por toda la corteza cerebral. Así que no queda otra: el refugio del ayer? ¿Te vale?
Una crónica siempre cuenta una serie de acontecimientos con o sin importancia, de escasa transcendencia por lo general, una crónica ha de ser esa niebla del ayer y no quiero contarla, porque aburre a los muertos que ya están tan aburridos como yo.
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