Carretera de Garciaz a Berzocana.
Agosto 2009
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Si ... pregunto si todo está bien,
yendo de espejo en espejo;
no hay alarde de vanidad:
busco el rostro que yo tenía
antes de la creación del mundo.
W. B. Yeats
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Solía coger todas las tardes la máquina, de dos ruedas y dos pedales con cadena, para alejarme del pueblo por la carretera de Berzocana, sin duda la más dura en pendientes, pero también la más bella. A escasos kilómetros se alcanza un alto que llaman Los Pilones o La Cruz de los Guijos. Allí hacía la primera parada, a no ser que antes me llamara poderosamente la atención algo, un cielo, un cortado, una luz, un rebaño. Desde el alto se puede ver el pueblo de Garciaz, diminuto y envuelto de silencio. Me gusta pararme a contemplarlo y luego girarme para mirar hacia las primeras estribaciones de la sierra de Las Villuercas.
En la cuneta es fácil encontrar piedras. Allí fui dejando compuestas una serie de rostros. Los que aquí os muestro. Pasadas dos semanas decidí descomponerlos. Aún no sé por qué razón.
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Ausentes y presentes
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