by Carlos Medel Redondo Febrero 2013
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(de allá por febrero)
Como no podía ser de otra manera, continuo cuidando de estas obras de piedras, pues las ovejas que por allí pastan nada entienden de piedras ni mucho menos de obras. Para ellas, no existen. Candidez bovina que me permite seguir con mis cuidados a seres de piedra que apenas sienten; como cualquier devoto a su dios impermutable ofrece dádivas y oraciones. Candidez humana.
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Yo suplico un rescate, un rescate espiritual, y ni siquiera el soldar elementos de las más antiguas y célebres mitologías son capaces de restablecer, porque el espíritu adecuado debe ser el propio, el de cada cual, el único capaz de llevar a cabo semejante rescate.
Templos a cielo abierto, columnatas de cirros, sinfonías del viento. No puedo delegar mi vida a supremos mandamientos, por más que lo intento. Sólo consigo restaurar conscientemente las obras de mi inconsciente.
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Templos a cielo abierto, columnatas de cirros, sinfonías del viento. No puedo delegar mi vida a supremos mandamientos, por más que lo intento. Sólo consigo restaurar conscientemente las obras de mi inconsciente.
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