La piedra dada es como el hombre común, plegado a su anonimato y a su condición cotidiana de objeto precioso e inadvertido que se encuentra a nuestro alcance. Inmediatamente, la piedra común viene a ti, como el hombre dado, presto a la ayuda y a tenderte la mano.
La piedra dada, como el hombre normal y corriente, no ha hecho nada extraordinario, ni lleva mensaje alguno. Tan sólo resiste los embates del cielo, tendida a la intemperie. Como el hombre que se interroga por el destino y que no obtiene respuesta alguna. O no existe el hombre o no existe el destino.
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