El barrio judío no era más que una pequeña corrala de hortelanos, pero yo y mis colegas lo conocíamos así. Ayer pasé por allí aprovechando el paseo que los recados exigen, y no pude evitar cruzar su blanco murete y entrar en el barrio judío. Cualquiera que tenga ojos en la cara advierte de inmediato un lugar anclado en el tiempo, dotado de más autenticidad que cualquier rincón de Praga.
-¿Por quién preguntas?
- Busco a El Charly.
De repente su amable sonrisa se borró de un plumazo, y su mirada se clavó en el suelo.
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