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A menudo me siento en medio de la nada, entre los restos de este mundo ultracivilizado, como delante de un espejo roto, y un extraño gozo cruza mi ser como un ave del paraíso. Minoría absoluta en la república que uno instaura libremente. Memorísticamente. Y ya no es por desesperación, sino por belleza. El encuentro con la soberanía de uno mismo produce una garantía de adorable bienestar, esa dulzura de pensar que si todo se acabara ahora y aquí, todo acabaría bien.
A Javier Gómez, amigo del alma.
A Javier Gómez, amigo del alma.
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