Considero esta papelería -cerrada desde hace más de una década- un lugar destacado en mi intrahistoria (sin olvidar la Soan). Más de diez años con el escaparatismo que os muestro y sigue arrojando a la calle el sueño de entonces. Aún así, Legavel, esta antigua papelería de Leganés resulta ser otra huella de la ruina moral que devasta a la sociedad de nuestros días, una ruina moral que nos convierte en masa acabada, una masa bajo un rodillo de ignominia que nos impide levantar cabeza y que modela con nosotros una amorfa pizza de aceitunas sin hueso.
La gloria queda en la memoria cuando me veo entrar doce años más joven, y embriagarme de nuevo bajo su atmósfera cerrada. En el interior del establecimiento, regentado por una señora de avanzada edad, triunfaba la magia. Tenía un marido tal longevo como ella, y una joven ayudante magrebí que me tenía enamorado, a la cual apodé en mi intimidad como Sherezade. Ni ella ni su vieja protectora ni su marido quedan allí, por eso les rememoro y despierto del letargo del tiempo. Pero el lugar sigue allí, como una capsula temporal detrás de unas bonitas rejas redondas y un escaparatismo del desahucio.
Cierro los ojos. Puedo volar con facilidad a su interior y oler Jaquel maravilloso aroma a libro viejo, a mostrador viejo, a estanterías viejas, a enciclopedias, carpetas, agendas, libretas añejas ya por entonces. También huelo a borrador Milán, a Juegos Reunidos, a escuches de lápices Alpino. Y a pintura: acrílicos, barnices, acuarelas, gouaches. Todos sus ácaros están perfumados en Las mil y una noche y permanecen allí como una invisible legión al servicio de la memoria.
Ahora, cierra los ojos o cuéntame otro cuento.
A propósito: ¡¡¡Feliz día del libro!!!
A propósito: ¡¡¡Feliz día del libro!!!
No comments:
Post a Comment