Tenía por entonces otro móvil que disponía de un diferente menú en su tratamiento de imágenes. Me gustaba más que el de ahora, pero la calidad de la imagen era peor. Tenía por entonces otra angustia en los adentros; un nido de víboras alimentaba la incertidumbre de mis días y en mi interior todavía no habitaba el encantador de serpientes que hoy me ocupa y asesora.
Tenía por entonces la manía de huir de todo, de tomar los senderos más estrechos, de aproximarme a los vacíos de nácar, de mirar a la tierra como a un íntimo espejo, de tumbarme en la tierra calma y dialogar en silencio con el terreno. Tenía un no tener que ver con las cosas de este mundo. Tenía lo que tengo por volver a lo mismo; y me temo que el no querer perder nada del ayer sigue siendo la mejor manera de perderlo todo hoy.
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