No es que el mundo haya decidido ir contra la tierra, pero si los que quieren cuidar del mundo no se centran en la tierra, mal vamos. En mi caso quiero cuidar del mundo y por lo tanto centrarme en la tierra. Y compruebo que mis pretensiones globales son demasiado ambiciosas cuando no consigo ni cuidar de mi mismo ni centrarme en mi persona.
Antes de arreglar el mundo procuraré tomarme un tiempo de revisión y arreglos, que no sean apaños para tirar unos meses o años con la manta de otros en la cabeza. Y pienso que para eso están las vacaciones, para dormir al raso e interrogar al firmamento sobre quién soy, qué hago aquí, qué quiero hacer.
Pregunto estrella por estrella si me conocen, si conocen a aquel que buscaba piedras sin un propósito en concreto, quizás para configurar nuevas constelaciones, nuevos magnetismos, nuevos campos de energía, nuevos seres protectores, nuevas máscaras que indiquen las nuevas rutas del presente y nos recuerden las viejas verdades de siempre.
Tengo que repensarme, y buscar lo que necesito o no necesito, pues casi siempre sobran piezas en el equipaje, con el consecuente gasto de energía que implica. Los libros y manuales de autoayuda utilizan la metáfora de "la mochila" que llevamos y de todos los pesos innecesarios que portamos y dificultan nuestro andar. Quién me diría que a estas alturas volvería a la introspección básica y simplona. Vivir para ver, y es que todos necesitamos una revisión periódica, un chequeo, un análisis de la sangre que se cuela en el sistema nervioso.
Lo que decía: antes de todo debo hacer el diagnóstico de los errores, de los fallos, de las piezas que fallan, de las averías que sufro. Y por supuesto, conocer los límites del avión que piloto, que ya tiene una edad. Sin el conocimiento e implantación de los límites el cacharro pronto se iría al traste de nuevo. Ah, y fundamental, el radar. Sin radar no pienso ponerme en órbita, que ya perdí la cuenta de las veces que me estrellé y cada descalabro deja la marca de una cicatriz, y aunque cada cicatriz tiene un halo heroico de torero, de malote, de guerrero curtido en mil batallas, no quita para que cada roto costurón nos deje algo de amputación visceral -y social, que todo hay que decirlo, y mucho en cuanto a deformidades, traspiés habituales y andares renqueantes.
Con tantas medidas tendré que sacar libreta y tomar tantas notas y apuntes como sea necesario. De lo contrario no levanto el vuelo ni de coña. Que la prudencia nos acompañe, amigos. El tiempo de la temeridad terminó. Ahora hay que cambiar el motor a corazón abierto y echarle todo el coraje del mundo para afrontar ese cambio interno sin necesidad de cambiar de nombre, de ciudad o de casa.
La nave saldrá a flote, de eso estoy seguro, pero mientras tanto quieto el corcho, en puerto o en el hangar, en el parking o en el corral, que tareas tengo, y no pocas, aunque estemos de vacaciones y andemos aún sin reloj.
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