Monday 16 August 2021

SALIR A FLOTE IV ( de la convivencia entre la Belleza y el Monstruo)

 



¡Qué no sepan por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belzebú, rasga sus violines!

A. Rimbaud



1.

El dolor crece como un monstruo, vegetativo y parasitario; su crecimiento es un nacer constante que ofrece la imagen renovada del monstruo. En su dicha expansiva suele explotar en risas que cubren la mañana de un hollín amarillento. El dolor muta de piel y hasta de corazón, porque en su monstruosidad ilimitada yace el germen de lo humano. Por eso ya no me asusta, y puedo mantener la mirada fija en su reflejo, al menos durante unos segundos.

El dolor es una selva impenetrable. El dolor crece como la hiedra, se extiende por todo nuestro ser y nos cubre hasta hacernos desaparecer. Es una hiedra hermosa, una buganbilla terrible de melancolía, fucsia y de acero afilado por donde corta la razón y cerciora el entendimiento. El dolor es el monstruo en el útero del volcán que habitas.


2.

El dolor es causa y consecuencia de la belleza, el pago de ida y vuelta de un peaje aduanero. Que se lo digan a Stendhal. Partiendo de aquí, de las nupcias entre dolor y belleza caben clasificaciones y relaciones mutuas innumerables -o a estudiar en otro momento, y que a buen seguro, alguno de ustedes podría trazar con acierto y corregir a este iletrado que tira más de intuición que de documentación. Dicho lo cual retomo mi vida, que, como diría Umbral para eso escribo, aunque tenga que inventármela.

Ocurre que cuando uno muere se puede morir de muchos modos y seguir  vivo, se puede morir de tantos lados que seguir vivo es una obligación. Cuando uno muere digo, no quiere otra cosa que descansar, pero si el dolor se empeña y se pone pelmazo no le deja a uno ni morir y es cuando se desnuda y se despoja de la capa negra y la guadaña y aparece el torturador indeseable y cruel con muñequeras de pinchos, que no sólo te mantea y rompe cada hueso, también te arrebata el alma, el sueño, la realidad. El miedo toma el control de uno, como un conductor borracho, y entonces empieza la sinfonía dodecafónica del diablo, quien a patadas te mete en un vagón de metro que alcanza la velocidad de la luz. Cuerpecito de siniestro total en la cuneta de un tiempo que ya no cuenta.

Sin embargo, no hay que maltratar al dolor. Pobrecillo, bastante tiene ya con lo suyo. El dolor es síntoma de estar vivo, extremadamente vivo, candente e incandescente furia relegada a la soledad. Así pues, lo que me aplicaré es sacar al dolor fuera de mí, como el bombeo de una maquinaria sencilla en la extracción de petróleo, de ese pegajoso líquido oscuro de espesura resinosa que tan agarrado se encuentra en la traquea. Hace falta instalar esos malditos pozos por mi pechera para que supure el veneno. Será la fuente negra del dolor, combustible fósil que se generó en los estratos del tiempo que dediqué plenamente al amor. Cúmulos de cadáveres en descomposición envueltos en el lodo de la sinrazón y el desentendimiento. 

Todo se transforma, que decía aquel griego a quien hoy nadie se atreve a contradecir, pero vaya, que hay transformaciones tan monstruosas que ya uno duda en engendrar siquiera la próxima semilla de la esperanza.


3.

Otro de los dones escondidos del dolor es su capacidad memorística. En el dolor encuentro a rebosar manantiales inagotables de aguas minerales que refrescan la materia que un día acariciaste. La memoria contiene la viveza del agua fresca, una alegría cristalina que hace de nuestra supervivencia una algarabía tranquila a las orillas de la vida. 


4.

Toda belleza es una captación dolorosa que rememora la existencia toda y que, paradógicamente, oculta una alegría, una felicidad lejana que huele en el horizonte, como si se aproximaran las grullas tras el invierno. Por eso inhalo ahora este dolor que va tornando de color según avanzan las estaciones. Las hojas de los árboles también lo hacen, hasta que los vientos gélidos del invierno los dejan pelados como los huesos. En unos meses podré entonces exhalar el último dolor y reducir al máximo la paleta de color. En pleno agosto, cuando arrasa la luz y el calor asfixiante invade cada rincón,  un árbol que en unos meses se llevará el viento. Entonces exhalaré por fin y podré irme en paz con las hojas y los vientos.


5.

La Belleza está en la aceptación integral de nuestra monstruosidad, y la de los otros. A partir de esa aceptación podremos -o no- entender la Belleza y desarrollarla con el desenfado que requiere tratar a este monstruo, a este espejismo que llamamos vida.  






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