El sol de febrero nos ilumina su cuerpo resucitado,
y tras haber copulado con las ninfas del bosque
queda paralizado de placer,
Qué locura prestar atención a la historia, pero ¿qué hacer si no cuando se ha sido traspasado por el tiempo?" Cioran
Cuando no se me ocurre nada que contar recurro a mis libros de poesía. O recurro a ellos cuando no sé contar lo que quisiera contaros. Y leo, leo además con la idea de ilustrar las piedras que hoy os traigo. El azar no entiende de tiempos y hay veces que no encuentro palabras para la imagen que no pierdo de vista. Otras veces la fortuna se me aparece y encuentro el poema adecuado al poco de tomar un libro. Ese ha sido el caso de hoy, sólo que en vez de uno serán dos. Una oculta razón es un excelente poemario de Álvaro Valverde, publicado por Visor en 1991 y premiado por la Fundación Loewe. Al grano. Espero que ustedes, amigos incondicionales de lo bello, disfruten con este par de buenos poemas.
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De un viajero
Quise volver de donde no se vuelve.
Si el viaje duró lo que dura una vida,
fue el destino culpable.
Nada hice que hoy me recuerde el pasado.
Una bruma extravía los mares que cruzara
y en el puerto se cubren las balizas de sal.
De las ciudades guardo la nostalgia del límite
y ningún barco lleva el nombre de mi reino.
Demoré la llegada sin saber que perdía
esa clave dudosa que dibujan los atlas.
Sólo sé que fue inútil.
Viviré de olvidarme.
El testigo
Os he dado noticia
de todo cuanto he visto.
Sobre ruinas de ruina levanté
lo que tengo; velozmente me huye.
Entre estas piedras quise
sustraer al olvido
la razón del recuerdo.
Así lo dejé escrito.
Busqué un rincón al sol
donde contar los días:
proyectaba un viaje
que habría de durarme para siempre.
La calma sostenida del momento
parece demostrar que en ese sueño
no todo fue una vez vana esperanza.
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Álvaro Valverde
Hacía tiempo que un poema no llegaba tan directamente al centro de mi alma. Lo he extraído de Asambleas de Palabras, un portal literario que gestiona Francisco Cenamor y que diariamente nos acerca un poema y un blog, cuanto menos. Sólo con el título me he estremecido. Por casualidades y afinidades secretas de la vida me he encontrado de cara con unas palabras que parecían mías propias, y me refiero al título y, como mucho apretar la primera estrofa. Otro día rescataré mi texto, no para que comparéis -por favor, si no para que veais el claro paralelismo. De momento, estimados amigos, os presento a Miguel Otero Silva y su poema:
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Hallazgo de la piedra
Hallazgo de la piedra:
la piedra es el rescate de formas y volúmenes
que fueron soterrados por el talón del viento.
Paráfrasis del lirio:
el lirio es el desquite de yerbales y frondas
que extinguieron sus verdes en el barro del lirio.
Génesis de la lluvia:
la lluvia es el repliegue de arroyos y esteros
que asaltaron el cielo por la arcada del sol.
Venero de una voz:
tu voz, joven poeta iluminado,
trazador de epiciclos, descubridor de orbes,
esa voz que te brota de la insólita entraña
es resaca de gritos de los poetas muertos.
Es la cal de los huesos de los poetas muertos,
blanca semilla que germina sobre tu corazón.
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Miguel Otero Silva en La mar que es el morir (1965), incluido en Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea 1914-1970 (Alianza Editorial, Madrid, 1971, selec. de José Olivio Jiménez).
* cadáver carcasa esqueleto cuerpo calcinado en óxido enmohecido tejido de la ceniza abrigo del fuego consumido. * yelmo casaca ...